Carta del Director/Luz de cobre

Turismo, romper la estacionalidad

La provincia se suma, casi con descaro, al futuro en materia de turismo, pero las carencias no despejan del todo el horizonte

C OCLUYE hoy en Madrid una nueva edición de la Feria Internacional de Turismo (FITUR). Una edición en la que la normalidad se ha recobrado, pero no sólo a nivel de celebración de eventos, sino con un sector expectante, esperanzado y preocupado de cara a la temporada alta, toda vez que los efectos de la pandemia se han asumido, aunque las consecuencias de la guerra de Ucrania siguen ahí, y muy presentes.Los últimos datos conocidos hablan de que nuestro país ha recibido hasta noviembre 67 millones de turistas internacionales, lo que representa el 85% de las cifras del mismo periodo de 2019. Desde el Ministerio que dirige Reyes Maroto se afirma, con rotundidad, que el año que acaba de concluir será recordado como el de la recuperación tras el coronavirus. Y es posible que así sea. Con los datos en la mano, es evidente que la temporada estival mantuvo unos niveles de ocupación óptimos, aunque el impacto de la guerra y la inflación como consecuencia, derivó en una subida de costes que diezmaron las arcas de los empresarios. Dicho eso, parece evidente que el efecto económico de más de 81.000 millones de euros supone más que un alivio para las maltrechas economías de las empresas hoteleras.Estas son las grandes cifras, la macroeconomía, pero realmente cómo se ha trasladado esta bonanza a una provincia como la nuestra, en la que casi todo se juega aún a la temporada estival. Las certezas nunca son absolutas, por lo que si a los demás les va bien, a ti no tiene porque irte mal. Sin embargo, a poco que testes la opinión de los principales empresarios hoteleros de la provincia, se ponen en la bandeja las carencias con las que todavía hoy el sector tiene que trabajar para salir adelante.La primera pasa por las comunicaciones, cicateras pese a los esfuerzos de todas las partes en paliar sus efectos. Pero cuando sólo hay un tren con Madrid, que tarda más de siete horas y encima el número de plazas es limitado, el lastre que acumulas ya es patente. Si hablamos de aviones, aún arrastramos el déficit de la pandemia, con escasas líneas regulares a Madrid y en días alternos a Barcelona y Sevilla. Es verdad que se atisba en el horizonte un paisaje más benévolo con la apertura de líneas a Mallorca, el regreso de los vuelos a Bilbao e, incluso, una apuesta tres veces por semana la capital francesa, París. Aun así el bagaje es escaso y sólo pensando en la temporada estival. Terminada esta lo que queda es el silencio de los establecimientos cerrados y a esperar al siguiente verano. En más de una ocasión se ha dicho que Almería necesitaba un par de grados más en invierno para buscar romper la estacionalidad turística. El cambio climático, con efectos perversos para casi todo, nos los ha traído y, sin embargo, no percibo que se trabaje en la línea de mantener abierta todo el año la temporada. Un reto que aún está por cumplir.

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