
Metafóricamente hablando
Antonia Amate
Una ciudd descorazonada
El pasado lunes fue el Día Mundial de la Tapa, pero no tuve ocasión de celebrarlo en esta columna. Ni en ningún otro sitio, porque los lunes cierran la gran mayoría de nuestros bares y restaurantes. En Almería se celebró, como es natural y propio de nuestra histórica (y crepuscular) fama tapeadora. En todos los medios de comunicación locales apareció la noticia ilustrada con la habitual “foto de familia”, en la que autoridades y dirigentes de la cosa hostelera están brindando… ¿con una copa de vino almeriense? ¿Con jerez, rioja, ribera, montilla-moriles, godello? ¿Con champán o cava?... No, señor, con sendos botellines de cerveza. A pesar de que hasta ayer estaba mal visto brindar con cerveza o con agua. Eso es promocionar los vinos de la tierra y la cultura mediterránea. Ya se han olvidado aquello de ¡Viva el vino! que dijeron Mariano Rajoy y Manolo Escobar. Este último añadió “y las mujeres” (las mujeres pueden decir “y los hombres”). Y encima, ni siquiera se la toman en copa o vaso, sino a morro. Esta ordinariez de beber directamente de botellines y latas es moda muy consolidada a fuerza de verla en las películas y series estadounidenses desde hace décadas. Si nuestros dirigentes lo hacen así -no es la primera foto similar que veo- no sé si es porque les gusta de verdad o porque consideran que es una imagen popular que los hace cercanos a los ciudadanos en general. Es un mal ejemplo porque chupar golletes o, aun peor, tapas de latas, aparte de limpiar con la boca la probable suciedad del bebedero, el usuario se traga todo el gas del envase lo que, eso sí, favorece el eructo o regüeldo pero no se me ocurre ningún otro efecto beneficioso, aparte del ahorro de detergente para lavar vasos. En el aspecto gastronómico, que supongo que no les interesa mucho a los morreadores, así no se pueden apreciar los aromas que se desarrollan al “tirar” bien una cerveza. Lo mejor es celebrar todos los días el Día de la tapa. Y del vino. Para alguna ocasión especial, les propongo un divertido brindis que le escuché al poeta y gastrónomo cordobés Miguel Salcedo Hierro. Aunque parece que es un dicho bastante antiguo, él lo hizo con mucho adorno y garbo en una reunión de la Academia Andaluza del Vino, a mediados de los año 90: “El vino es bueno cuando es bueno, pero donde se ponga una copa de cristal transparente, llena de agua pura, fina y cristalina, de una cristalina fuente…está mejor el vino”.
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