Alto y claro

José Antonio Carrizosa

jacarrizosa@grupojoly.com

El charco de Doñana

La Unión Europea y la comunidad científica están convencidas de que Doñana no está defendida de agresiones

Desde que la carambola electoral de diciembre de 2018 lo colocó en el Palacio de San Telmo, Juanma Moreno ha demostrado instinto político y capacidad estratégica. El resultado está a la vista: la mayoría absoluta de junio de 2022 demuestra que supo manejarse en el puesto con habilidad y prudencia y que dejó poco margen al error. Aplicó la máxima, tantas veces utilizada en la política y en otros campos de la vida, de que es mejor no hacer nada antes que arriesgarse a la equivocación y sus consecuencias. Por eso sorprende el lío en el que se ha metido a cuenta de la ampliación de regadíos en Doñana. Visto con las gafas de cerca puede tener cierta lógica. En vísperas de las elecciones municipales da un golpe de mano en una comarca en la que el Partido Popular no ha tenido presencia e incluso puede aspirar a hacerse con la Diputación de Huelva. Ganaría poder en una provincia donde los populares siempre han tenido problemas de implantación. Pero con las gafas de lejos la jugada no puede salir bien. La defensa del medio ambiente es una commodity social como lo puede ser la igualdad entre géneros o el rechazo al maltrato animal. Y la Junta con la iniciativa que ha promovido en el Parlamento de Andalucía, que muy probablemente se convierta en ley antes del verano, ha abierto una caja cuyos truenos van a resonar durante toda la campaña electoral del 28 de mayo y todavía más allá.

El problema es político, pero también de pedagogía. Juanma Moreno ha cosechado un sonoro fracaso al intentar explicar que la norma no va a empeorar aún más el ya difícil equilibrio ecológico de la principal reserva natural de Europa y que va a ser capaz de compatibilizar los intereses de Doñana con los de la agricultura intensiva que se practica en su entorno. De hecho, las continuas advertencias de la Unión Europea por el deterioro creciente del Parque Nacional y por la sobreexplotación de acuífero que lo alimenta no son ninguna tontería y España se arriesga a pagarlo incluso con una paralización de la llegada de fondos europeos. Tampoco es menor el rechazo que la iniciativa parlamentaria votada por el PP y por Vox ha provocado en la comunidad científica, incluidos los biólogos que históricamente se han implicado con más fuerza en la defensa de Doñana.

Juanma Moreno y con él el Gobierno andaluz se han metido en un charco en el que no hay agua, pero sí suficiente lodo para patinar y salir con el traje hecho una pena. Y extraña eso en un político que tanto se había cuidado hasta ahora para evitar resbalones y mancharse lo menos posible.

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