Gafas de cerca

Tacho Rufino

jirufino@grupojoly.com

Te echamos de menos, Fernando

Fernando se nos ha ido del barrio, pero más del corazón, me temo. Aseguro que no son las típicas palabras; es la pura verdad de mi sentimiento y del de quienes tuvimos la suerte de tratarlo a diario. Aseguro también que no diría una cosa así sólo por un homenaje a una persona cercana. Ésa era una cualidad suya, la cercanía. También lo eran el sentido del humor y eso que llamamos guasa; la generosidad, el cariño a espuertas, la finura en el trato, el respeto. Con 80 años, su aire era juvenil, risueño, entusiasta, juguetón. Siempre atento al sentir de los demás. Al de nuestros pequeños, que nos renuevan.

Se lo ha llevado el virus. Será difícil no esperar su llegada a la cafetería antes de dar su largo paseo de cada mañana. Luchó largos días, algunos de ellos con la suerte -triste- de poder compartir habitación con un familiar directo, también contagiado, hasta que tuvieron que trasladarlo a la UCI. Imagino el dolor, y también cierto consuelo fatal, de separarse de un padre en un hospital, de ver cómo lo que tú puedes superar se simboliza en un cambio de planta, un primer paso del adiós definitivo. Una despedida sólo física, material: nunca se van las almas buenas. Siempre recordaré su mención a mi madre al comentarme un escrito u otro: "Te has quedado con solo un lector, amigo, a ver cuánto te dura", decía mientras apoyaba, fraterno y paternal, su mano en mi hombro. Era una carcajada segura y compartida, cada semana, antes de tirar cada uno por su lado.

Qué rabia, qué repelencia, seguir escuchando a gente que niega que un vendaval de muerte ha azotado nuestras vidas, y sobre todo las de muchos de nuestros mayores, acelerando el ciclo de su existencia de una manera cruel, cercenando la serenidad tardía y el disfrute de los nietos, la charleta de los contertulios habituales, que, en su caso, el de él, eran tantos como devotos de su compañía o su mero encuentro. Espero que la familia directa -la del siguiente escalón somos tantos- comprenda que yo no podía dejar de hacer uso de este espacio en su periódico, al que Fernando llegó a adherirse diariamente por un talante curioso y ajeno a fidelidades... para eso tenía a su preciosa mujer, Maripaz; debemos compadecer y acompañar a quienes de verdad lo echarán de menos cada jornada del resto de sus vidas.

No sé tú si tendrás tiempo de leer estas cosas del tiempo de las personas que quedamos aquí, pero, amigo Fernando, yo sí voy a seguir leyendo tu bondadosa amistad, tu sencilla grandeza. Se van tantos antes de tiempo, también los más ejemplares. Escribo esto en nombre de muchos.

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