Crónicas levantiscas

Juan Manuel Marqués Perales

El juez Serrano no es un juguete roto

Francisco Serrano es otro que se va pero se queda: abandona Vox, pero se mantiene en su escaño porque no quiere exponerse ante la justicia de los mortales. Mientras sea parlamentario autonómico, seguirá aforado y sólo se le podrá juzgar ante el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía por el caso de una subvención de 2,5 millones de euros que recibió una de sus empresas. Tránsfuga, aforado y beneficiario de una ayudita pública, Serrano es un mar de contradicciones: nos ha faltado verlo desfilando en una batucada feminista con la bandera morada o la del arco iris. Es tremendo que este Cid Campeador de los derechos de los divorciados, este Atila de los chiringuitos socialistas finalice, así, su carrera política, corta en lo institucional, pero algo más extensa en Vox, pues fue Serrano el cicerone de Santiago Abascal en Andalucía. Otro Savoranola. Pero, miren, era previsible. Serrano tiene un tesoro que es su despacho de abogados, al que se ha dedicado desde que salió de la carrera judicial. En el Parlamento andaluz se estrenó con una demanda de información sobre los peritos y trabajadores sociales con los que sus colegas de despacho se encuentran en los tribunales, quiso saber sus nombres, DNI y formación. Es como si el parlamentario Serrano trabajase para el anterior Serrano, el que dirigía el despacho de abogado defensores de los hombres. Eso nunca lo perdió de vista, él es un cruzado que defiende a los varones de las feministas, pero la bolsa siempre la que tenido muy a cuidado. Su cruzada es muy personal y tan obsesiva que ni en Vox la han podido soportar. El grupo de la nueva derecha ya tiene dos parlamentarios fuera, en los no adscritos. La otra es la parlamentaria almeriense que se ha unido a Falange y lleva las propuestas del partido de José Antonio a la Cámara andaluza, y es que una de las grandes característica de los extremos políticos es su capacidad para dividirse en facciones. Observen los del otro extremo, el de Teresa Rodríguez, IU y Podemos, no hay quién llegue a comprenderlo del todo.

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