Luz verde

09 de julio 2025 - 03:09

La ignominiosa pesadez del piloto de la luz de emergencia de las habitaciones de hotel. El gélido enfriamiento que sufres de madrugada con unos baremos de calor tórrido. La puerta del baño que no cierra ni abre ni nada. La cafetería que no abre hasta las 11:00. La puñetita del restaurante que te dice que tienes que comer en tres cuartos de hora. El señor amable de las tumbonas que te pone toallas en la sombrilla para que el sol no te escalde los pies. El pie perfecto que en mi dibujo siempre es imperfecto. La escandalosa jarana del chiringuito de al lado que sigue hasta las tantas. Los periódicos que suelo comprar los sábados y que no han llegado a ningún punto de venta. El desayuno en la terraza donde el sol molesta en una porción de la mesa. Las mortificantes cuestas para buscar una tienda. El calor que junto con el alcohol marea y te hace pensar en otro desmayo. La televisión del hotel que se ve fatal, ponían El coloso en llamas pero no hay manera de verla. El hotel tiene un ascensor panorámico como el del coloso en llamas, la hija del dueño me dijo que su padre lo hizo así igual que el de la película, pero ahora no está operativo, por fuera parece que se ha quemado, será para darle más realismo. El aire acondicionado termina dándote frío. Jugamos al billar con bolas amarillas y rojas sin numerar pero al principio no hay forma de que acepte las monedas. Gano yo. Vamos a cenar a un sitio estruendoso y lleno de gente, donde al fondo unas personas ya entradas en años celebran un cumpleaños, creo que conozco a un par de ellos. Nos sirven un vino caro de Galicia pero al final no lo ponen en la cuenta. Decidimos no decirles nada, y el resto del fin de semana vivimos entre reconcomes y citas de la anécdota. Todo son fritos y estruendos, cervezas de la gente, todo es algarabía, todo es verbena y noche, paseo entre puestos de ropa y abalorios. La playa me lleva a Van Gogh y una biografía monumental, escrita a dos manos. Me abstraigo de tontas chácharas de chiringuito, copas de cristal estúpido y bronceadores soberbios. Van Gogh sigue ahora con sus problemas con la empresa de venta de reproducciones de arte y utensilios artísticos varios en Londres y París, y ya no dejará nunca los problemas. Tímidos inicios en el dibujo, la senda que le llevará, por fin, al infierno. Tontos lectores de best seller asan sus cuerpos, sin toallas colgadas por el señor de las hamacas.

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