El manuscrito

Manuel López

¿Qué podríamos celebrar el 14 de febrero?

Me gusta pensar que los seres humanos somos capaces de sentirnos parte de proyectos más grandes que nosotros

Así, el amor, del que toma su nombre la amistad, es lo primero para garantizar la unión de las buenas voluntades". Traigo hoy aquí estas palabras de Marco Tulio Cicerón aprovechando el Día de San Valentín, Obispo condenado a muerte por desobedecer las órdenes del Emperador, que prohibía el matrimonio a los soldados. Parece que la leyenda es falsa y no está claro ni siquiera si aquel Valentín existió o si fue otro, pero el gran valor de los mitos está en la historia que cuentan más que en la existencia real de sus personajes. El amor es algo más que el vínculo entre dos personas, es una fuerza luminosa y a veces destructora que nos hace capaces de lo mejor y lo peor. Como escribe Lucrecio en el comienzo de su "De rerum natura", el amor, Venus, es "hominum Diuomque uoluptas", placer de humanos y divinos, pero hoy quiero quedarme con el concepto de Cicerón: el amor como argamasa de la sociedad.

Igual resulta que no está de moda, pero me gusta pensar que los seres humanos somos capaces de sentirnos parte de proyectos más grandes que nosotros mismos, que una pareja, que una familia. Creo que necesitamos amar en el sentido de estar dispuestos a tomar la decisión consciente de aceptar al Otro aunque no haga siempre lo que esperamos, aunque no siempre le demos la razón en todo, aunque no siempre esté de acuerdo con nosotros. ¿Qué podríamos celebrar el 14 de febrero? Para mí, una persona es más importante que mil banderas, una persona tiene muchísimo más valor que una frontera: banderas y fronteras unen contra a los demás y separan a los unos de los otros.

Pensemos en los demás, mirémoslos a los ojos, recordemos que todos somos miembros de una misma especie. Les propongo que hoy, Día de los Enamorados, se olviden del amor propio, del amor patrio, del amor sectario, de la lealtad y la fidelidad a lemas, colores, consignas, facciones, negocios y comercios. Probemos a depositar nuestro amor en el proyecto más grande de todos, en la Humanidad. Probemos a buscar la concordia, la unión de los corazones, la conjunción de las buenas voluntades que persiguen un ámbito en el que respetarse y colaborar. En lugar de escuchar el grito de la histeria, podríamos probar a mirarnos a los ojos. Podríamos, aparte de salir a comprar un bote de perfume mientras nos desesperamos leyendo la última barbaridad que nos llega al móvil, recordar que somos personas. Igual nos iría mejor así.

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