El cañillo

Francisco G. Luque

La vida sin horarios

Hace una semana acabé mis vacaciones con una escapada de un par de días, gracias a una inesperada sorpresa, a un rincón alpujarreño precioso, lejos del bullicio de la costa. El alojamiento era una pequeña pero muy coqueta cabaña rodeada de grandes olivos y con unas vistas maravillosas, un reducto de paz en plena montaña que parecía sacado de un cuento. Ni en mi tradicional retiro de cada verano en la Isleta del Moro, unas cuantas semanas antes, había notado esa sensación de sosiego absoluto de marcharme a la cama o abrir los ojos sin mirar el móvil, sin necesidad de saber qué hora es, si alguien me habría escrito o tendría algún correo del trabajo. Cuando paramos el frenético ritmo de la rutina diaria y nos envuelve la naturaleza, todo se disfruta mejor. Echaré de menos las mañanas en ese porche de madera desayunando cerezas. También el baño con espuma al atardecer, en una bonita bañera al aire libre, mientras la brisa de la sierra refrescaba el ambiente, o las cabezadas de la ladrona de jazmines a los cinco minutos de empezar a ver un hermoso cielo cubierto de estrellas. La vida sin horarios es la auténtica vida...

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