Tribuna

José María Martínez de Haro

Derecho a ser felices

Derecho a ser felices

Derecho a ser felices

Así lo proclamaba la Constitución española de 1.812. Capitulo III articulo 13; “ El objeto del Gobierno es la felicidad de la Nación”. Parece una utopía o una bella ensoñación , hace exactamente 211 años los padres constituyentes reunidos en el Oratorio de San Felipe de Neri en Cádiz se preocuparan por la felicidad de la Nación y de los españoles cuando Cádiz estaba siendo asediada y bombardeada por las tropa de Napoleón y el rey Felón y su padre habían huido a Bayona bajo el amparo del Emperador.

El bien de la Nación es una reflexión oportuna ahora que hemos despedido el funesto 2023 y se abre una incógnita sobre lo que pueda depararnos 2024. Entonces, en el siglo XIX un rey fue capaz de traicionar la Constitución para asentar el absolutismo. También fue capaz de traicionar a los españoles que luchaban patrióticamente por su independencia y su libertad frente al invasor francés. Incluso de abdicar en favor de Napoleón mientras sus tropas fusilaban civiles y arrasaban España. El adjetivo Felón traba de definir un personaje sin escrúpulos, sin moral, carente de ética y empatía cuyo único objetivo era el poder. Un poco de memoria histórica; el 6 de marzo de 1.812 Fernando VII aceptó el texto de la Constitución de 1.812, el 10 de marzo comunicó a los españoles su juramento, dos días más tarde creó una Junta Provisional Consultiva que coexistió cuatro meses con el gobierno provisional formado mayoritariamente por presidiarios, dado que sus miembros habían sido presos políticos en el periodo anterior. A su vuelta a España el Rey Felón abolió la Constitución que había jurado implantando un régimen de monarquía absolutista. ¿Como consiguió engañar a los españoles que le defendieron en aquella guerra?; Cambiando de opinión. Había declarado solemnemente “marchemos francamente y yo el primero por la senda constitucional”. Los españoles de buena fe le creyeron y no pudieron evitar las terribles consecuencias de aquel engaño, la utopía de derechos y libertades de 1.812, fue una quimera que apenas prosperó en este país y abrió una sucesión de desgracias y tragedias hasta mediados del siglo XX .

Es posible que este breve relato les traiga a la realidad, la desmemoria trae consecuencias a veces irreparables. Y es conocido que en España no hay excesivo celo por conocer lo ocurrido a lo largo de los siglos hasta llegar a esta realidad. La Constitución de 1.978 también fue recibida con entusiasmo, con aclamación popular y con el beneplácito y consenso de los partidos políticos, sin embargo, una desazón contagiosa sacude diariamente las conciencias de la “ciudad tranquila y confiada” y el desánimo se adueña de media España, otra vez, entre la incredulidad y la cautela. No todo fue una ensoñación, quienes votamos por esta Constitución en 1.978 hemos recorrido cuarenta y cuatro años de convivencia, prosperidad, desarrollo y paz social. España logró alienarse con los países democráticos y fue recibida en las Organizaciones internacionales como un ejemplo para quienes aspiran a la libertad amparados por un sistema político fundamentado en el Estado de derecho y el imperio de la Ley. El PSOE fue pieza angular de esta trasformación y es posible que el PSOE sea el partido que rompa los pilares que sostienen este periodo democrático. Fernando VII “cambió de opinión” y ese cambio de opinión y condujo a España al absolutismo y a un periodo histórico funesto

La felicidad no aparece en ningún programa de gobierno, ni en las derechas ni en las izquierdas, los partidos políticos se han propuesto objetivos moldeados a sus propias conveniencias y las de sus dirigentes y afiliados. Construir un muro de división entre dos bandos irreconciliables no procura la felicidad, tampoco enfrentar a la sociedad entre un buen pueblo soberano y sus inmorales enemigos reclamando que la voluntad popular, interpretada unipersonalmente por el Líder sea el criterio único para la toma de decisiones políticas. El constructor de ese muro como el mismo anunció en el Congreso ha logrado dividir a la sociedad española. Poco ha importado cimentar con mentiras esa estrategia claramente antidemocrática y anti social. La respuesta del presidente de España a su abultado historial de mentiras aclara su posición alejada de la moral pública; “no he mentido, solo he cambiado de opinión”. Tal que hiciera Fernando VII el rey felón en e1.814

Con estos objetivos y estas estrategias de poder no será posible la felicidad de la Nación, ni de los españoles. Más bien al contrario, el desánimo, la confusión y la zozobra se extiende a todos los estratos sociales sin que nada ni nadie pueda cambiar el rumbo hacia el desastre. Solo un régimen democrático garantiza la libertad, base ineludible de la felicidad. Esta aspiración no es una cuestión ajena al Estado, ha de ser considerada como un principio rector de las políticas públicas del Estado Social de nuestros tiempos a través de una tutela efectiva y consecuente cumplimiento de los derechos fundamentales y sociales. Pero obviamente la felicidad no es un derecho constitucional. Es también una cuestión personal, una actitud. Y también de las circunstancias que han acompañado en la infancia y juventud, el entorno familiar, la educación, el cariño. Para lograr esa bella utopía que llamamos felicidad hay que poner cada uno de su parte. Sin que haya explicación científica hay individuos que se niegan a ser felices. Conozco algunos que se consumen en la tristeza existencial y en la amargura, caras grises y escasas sonrisas. Incluso otros, que se sienten felices jodiendo la vida a los demás. Habría que conocer el entorno, no necesariamente económico o social. Porque en estas fechas cruciales para el presente y futuro de España surgen voces patibularias cercanas a la plebe que jaleaba la guillotina. Herederos de antiguas rencillas y rencores que impregnaron la infancia y juventud y cincelaron una insatisfacción permanente atentos al señalamiento con dedo acusador de los “otros”; los causantes de los fracasos, las desventuras y la infelicidad.

Esta dinámica social se percibe con claridad y se extiende peligrosamente en redes sociales e incluso algunos dirigentes políticos, porque las cuentas no están ajustadas. Tras siglos de atraso, las cuentas están por ajustar y esta es una ocasión propicia. En este ambiente tóxico la felicidad se aleja como un fantasma herido. Hemos de lamentar tantos y tantos que se empeñan en vivir al margen de algo tan necesario como la convivencia, el abrazo fraterno, la alegría, la sonrisa, y esas cosas que nos llenan el espíritu con un simple saludo cordial Se trata de la felicidad y en este primer artículo del Nuevo Año deseo a los españoles de buena voluntad la capacidad de buscarla y de encontrarla dentro de nosotros, sin necesidad de algo más. Una sonrisa, por favor.

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