Tribuna

Javier Pery Paredes

Almirante retirado

Ecología en combate

La imagen de los desastres ecológicos en tierra es fácil de recordar: campos petrolíferos envueltos en llamas y aves marinas cubiertas de chapapote en las orillas

Ecología en combate Ecología en combate

Ecología en combate

Hace algún tiempo se me pidió que expusiera a un auditorio docto y heterogéneo, la influencia de los conflictos armados en el medio ambiente. Hacerlo en tales circunstancias obligaba a equilibrar conocimiento y experiencia para ser objetivo. Todo surgió a raíz de un comentario sobre los derrames de petróleo y la dispersión de basura en la mar durante la guerra del Golfo en el invierno de1990/91 y cómo influyeron en el desarrollo de las operaciones.

La imagen de los desastres ecológicos en tierra es fácil de recordar: campos petrolíferos envueltos en llamas y aves marinas cubiertas de chapapote en las orillas. Menos vistas fueron las imágenes de la basura que flotaba, irreductible a la degradación, por todo ese mar cerrado, el "Arábigo" para los árabes de poniente y "Pérsico" para los iraníes de levante. Toda aquella mugre se confundía con las minas antibuque que, además del crudo derramado, lanzaban a la deriva los iraquíes desde el norte y se paseaban por el sur del Golfo, empujadas por las corrientes. Ante este peligro, la vista y navegar despacio eran las medidas capaces de discernir con tiempo si lo que se venía encima era basura o mina. La solución, navegar como vagabundos, despacio, atentos a un lado y otro, con un constante bamboleo para evitar un mal tropiezo. Tanto era así que, si en el sur el meneo era suavecito, a los barcos que mandaban al norte se les llamó "sultanes del swing", porque allí, como en la canción de los Dire Straits, el movimiento para esquivar los mortíferos artefactos iba "in crescendo".

En la tesitura de contar lo vivido y exponer lo poco sabido de ecología, apliqué la prudente máxima española de "quién ignora, interroga". Lo hice al anónimo ser que es Internet. Lo que encontré fue mucho ecologismo y poca ecología. Dicho de otra manera, mucha ideología a caballo de poca ciencia. A decir de Ginés de Pasamonte, el galeote de Cervantes en el Quijote, poco con lo que "agudizar el ingenio" para salir del trance. Así que opté por preguntar en el mundo académico a una amiga, profesora de universidad, que como buena ecóloga me daría materia sensata para leer y equilibrada para extraer conclusiones. Salí de aquel brete razonablemente tranquilo, aunque algo inquieto porque desde entonces introduje la ecología, de la que desconocía

tanto o todo, entre los parámetros a considerar en el planeamiento de operaciones.

La calma llegó con el tiempo al ver que, con más profusión, el cuidado del medio ambiental se incluía en la doctrina militar. Por demás, ¡hay que ver el rigor que se tiene hoy al diseñar sistemas! Reducir daños colaterales y prevenir consecuencias incontroladas, ya sea sobre personas, naturaleza o bienes materiales y culturales, son requisitos inexcusables. La misma tendencia al acercamiento entre conflicto y ecología se hizo desde el otro lado de la colina, como analizaron Machlis y Hanson en "Warfare Ecology", donde cuentan que "la ecología parece estar bien situada para hacer comprender las complejas relaciones que existen entre la guerra y los sistemas naturales".

Así que el medio ambiente dejó de ser una victima olvidada de la guerra hace tiempo a ojos de los miembros de las Fuerzas Armadas, como el conflicto armado tabú para los ecólogos al tratarlo científicamente, sin postulados ideológicos excluyentes, como lo que son: relaciones entre seres vivos y con el entorno que les rodea. Con esto sólo quedan fuera del análisis, como dije alguna vez antes, terroristas y catastrofistas, esos que usan la violencia de facto, incluida la mediática, de manera brutal e indiscriminada, o proclaman desastres sin razón para imponer ideologías. Incluyo a quienes los apoyan con mentiras y dineros. Poca relación tenemos ahora con el entorno natural en este encierro pandémico forzoso que quieren convertir en forzado a toda costa. Sin embargo, si parafraseo el título de un libro de mi amiga ecóloga, se podría escribir uno sobre "Ecología para la convivencia", una manera positiva de reflejar las relaciones entre seres vivos y este entorno epidémico porque, como único símil con la guerra, brotaron solidaridades y heroísmo de anónimos y se acallaron las voces de quienes sistemáticamente se cobijan en sus trincheras ideológicas para denunciar el mal sin salir nunca de ellas para hacer el bien.

# A la memoria de Rocío Fernández Alés, maestra en Ecología.

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