Tribuna

Manuel Peñalver

Catedrático de Lengua Española de la Universidad

Llanto por Laura Luelmo

Tan cerca o tan lejos, nada hay más hermoso que su nombre. Dará luz al mundo y escribirá el mensaje definitivo de su alma blanca y pura

Llanto por Laura Luemo Llanto por Laura Luemo

Llanto por Laura Luemo

Llora Zamora, llora Nerva, llora El Campillo, llora Andalucía, llora España entera. Una mano criminal, asesina, vil, malnacida, despreciable, canalla, abominable, abyecta, bahúna y rata ha segado la vida de Laura Luelmo: una flor, una rosa, una sonrisa, una primavera, una mirada limpia y azul, como el mar infinito de la verde esperanza. Le escriben, desde la memoria, Homero y Safo de Mitilene, Hesíodo y Píndaro, Virgilio y Horacio, Tibulo y Propercio. Las cinco en punto de una tarde de diciembre se asoman al destino con las tres elegías de la literatura: las Coplas a la muerte de su padre de Manrique, el Llanto por la muerte de Ignacio Sánchez Mejías de Lorca, Elegía a Ramón Sijé de Hernández. La versifican, desde el recuerdo de Beatriz, Laura y Elisa, Dante, Petrarca y Garcilaso. Y la eterniza, como una reflexión que vuelve, Francisco de Quevedo: «Cerrar podrá mis ojos la postrera / sombra que me llevare el blanco día, / y podrá desatar esta alma mía / hora, a su afán ansioso lisonjera. / Mas no de esotra parte en la ribera / dejará la memoria, en donde ardía: / nadar sabe mi llama el agua fría, / y perder el respeto a ley severa. / Alma, a quien todo un Dios prisión ha sido, / venas, que humor a tanto fuego han dado, / médulas, que han gloriosamente ardido, / su cuerpo dejará, no su cuidado; / serán ceniza, mas tendrá sentido; / polvo serán, mas polvo enamorado». El mejor soneto, el poema más intenso de los que en la poesía han sido. Porque Laura Luelmo, como la Laura petrarquista, es amor contante más allá de la muerte, ya que es universal en el llanto de las horas, en las lágrimas de los días, en el sollozo del alba, en el gemido de la madrugada. A las cinco en punto de una tragedia que un miserable y un desalmado compuso con la cobardía de su alevosa perversión.

A Laura le escriben, con el sentimiento, Machado y Juan Ramón, Bécquer y Cernuda, Hierro y Otero, Ezra Pound y T. S. Eliot, Javier Egea y Luis Muñoz, Alfonso Berlanga y José Antonio Santano. Lloran los versos, regresa Borges y florece Benedetti en las sinalefas de esos instantes eternos que son de Laura; una diosa zamorana en el color homérico del atardecer, con el sol, camino de la llama que nunca se apaga. Entre las sílabas míticas de una ilusión rota, que retorna en el silencio de lo que nunca debió haber sido. Eran las cinco en punto de un soneto, el cual nos sentamos a leer: «Paz no encuentro ni puedo hacer la guerra, / y ardo y soy hielo; y temo y todo aplazo; / y vuelo sobre el cielo y yazgo en tierra; / y nada aprieto y todo el mundo abrazo. / Quien me tiene en prisión, ni abre ni cierra, / ni me retiene ni me suelta el lazo; / y no me mata amor ni me deshierra, / ni me quiere ni quita mi embarazo. / Veo sin ojos y sin lengua grito; / y pido ayuda y parecer anhelo; / a otros amo y por mí me siento odiado. / Llorando grito y el dolor transito; / muerte y vida me dan igual desvelo; / por vos estoy, señora, en este estado». Laura de Noves, Petrarca. Y Laura Luelmo, en los fragmentos que la literatura caligrafía en su presencia constante. Puesto que el destino se hace uno en la odisea infinita de los recuerdos, los cuales elevan la metáfora más allá de la muerte en los círculos del paraíso de Dante Alighieri, guiado por Beatriz, después de haberlo guiado Virgilio por el infierno y el purgatorio.

Laura Luelmo siempre vivirá en nuestros corazones como símbolo de la virtud más sublime. Una heroína, a la que una hiena asesinó cuando iba en chándal por las páginas que esculpen el nombre de la libertad en los horizontes resplandecientes donde se extiende la mano para dar la paz. Laura Luelmo es la integridad y la juventud, divino tesoro, que un miserable ha cercenado entre la traición y el engaño, entre la trampa y la mentira. Pero su recuerdo permanecerá como un manantial que llena de luz los cielos de Dante y Beatriz y que nosotros vemos desde la tierra como las rimas más divinas de la literatura universal. Tan cerca o tan lejos, nada hay más hermoso que su nombre. Irradiará albor al mundo y caligrafiará el mensaje definitivo de su alma blanca y pura y de su corazón soñador y enamorado. Laura Luelmo, tu belleza es el idilio de los sentimientos más hondos y miríficos. En el níveo amanecer de los tiempos. Cuando el llanto es albugínea alba que tus ojos iluminan como diosa de todas las diosas.

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