Tribuna

Rubén San Isidoro

Periodista

LA VARIOPINTA NOCHE NEOYORQUINA

Desde bares donde se alaba la buena música a garitos que simplemente se nutren de público joven deseoso de agarrar unas cervezas y jugar al famoso Beer Pong

LA VARIOPINTA NOCHE NEOYORQUINA LA VARIOPINTA NOCHE NEOYORQUINA

LA VARIOPINTA NOCHE NEOYORQUINA

La indudablemente famosa noche neoyorquina. Toda persona que se preste a visitar Nueva York debe deleitarse con el ambiente festivo que se vive en la ciudad a partir de las seis de la tarde. Es una hora clave dado el fin de la jornada laboral para muchos de los trabajadores que hacen de Manhattan su centro neurálgico durante el resto del día. Como he mencionado en otras líneas, los trabajadores neoyorquinos gozan de poco tiempo libre y, por lo tanto, muchos de ellos, las capas más jóvenes principalmente, deciden dedicar la jornada postlaboral al ocio y disfrute de la noche neoyorquina, una pequeña dosis al menos, controlando la hora a la que se sale, y la hora a la que se pretende volver a casa para afrontar la jornada laboral venidera.

El hecho de empezar a tomar una cerveza a las seis de la tarde podría extrañar a cualquier español de a pie, sin embargo, en Nueva York es toda una tradición, y más si cabe porque es cuando los bares aprovechan para engalanar sus cervezas con precios más asequibles si los comparamos con los del fin de semana, la ya mundialmente conocida Happy Hour, otro término que Estados Unidos está exportando a mansalva a territorio europeo. La diferencia más reseñable es sin duda el precio, ya que durante la happy hour, puedes conseguir una cerveza por menos de 8 dólares (precio estándar de una cerveza normal), lo que al cambio serían 7 euros. Más de una persona que esté leyendo estas líneas habrá dado un respingo al leer esta cantidad. Recordemos, es Nueva York, la ciudad prohibitiva.

La oferta de Nueva York es múltiple y para todos los públicos. Desde bares donde se alaba la buena música a garitos que simplemente se nutren de público joven deseoso de agarrar unas cervezas y jugar al famoso Beer Pong, ese juego que precisamente provoca que al día siguiente en la oficina tengas que acudir a la farmacia para remediar esa horrible resaca. Blues, jazz, rock, electrónica, reggaetón, salsa, bachata, cualquier género está representado en la noche neoyorquina. Desde clásicos como Cafe Wha?, un espacio que ha visto nacer y crecer a estrellas consagradas como Jimi Hendrix, Bruce Springsteen o Bob Dylan, a Blue Note, una de las joyas del jazz de la Gran Manzana y del planeta Tierra. Todo esto ubicado en torno a Washington Square, la mítica plaza que podríamos comparar con la del 2 de mayo en Madrid, un ambiente hippie, juvenil y rebelde que hacen de esta zona de Nueva York una de las más indicadas para salir por la noche. Esta zona sigue oliendo a ese Nueva York clásico, sigue conservando ese sello inconfundible, donde músicos y comediantes probaron fortuna, para luego convertirse en auténticas estrellas y olvidar sus orígenes.

Esta imagen dista mucho de las ya más que sonadas salas de fiesta o discotecas. Antes de criticar este modelo de negocio, me gustaría reseñar una zona donde también se pueden encontrar este tipo de bares o garitos, el famoso East Village, una barriada un tanto más cara que la mencionada anteriormente, pero que intenta poner su foco en el público joven y no tan joven, que huye despavoridamente de los precios insultantes de las discotecas neoyorquinas (o al menos de la mayoría de ellas).

Es de sobra conocido que en España esta industria aprovecha de forma absolutamente machista la figura de la mujer para atraer a público masculino, dejando entrar a las chicas gratis, mientras que los chicos tienen que abonar una entrada, consiguiendo a su vez una consumición. Pues bien, esto en Nueva York es llevado al extremo, un extremo que de igual forma atrae a centenares, miles de jóvenes cada noche, por lo tanto, es un modelo de negocio que funciona y que no va a cambiar, al menos próximamente. Un ejemplo claro: de media, un chico puede pagar una entrada que oscila entre los 35 y 60 dólares, una entrada que ni siquiera tiene porque ir acompañada de consumición, simplemente abonarías esa cantidad por entrar en la discoteca de turno. Mientras tanto, las chicas entrarían gratis, acompañadas de la figura del promoter, que, trasladándolo a la sociedad española, sería el clásico relaciones públicas, pero que no quedándose tranquilo repartiendo flyers, también disfrutaría de la fiesta solamente con estas chicas que entraron previamente gratis y les ofrecerían copas hasta la saciedad. En definitiva, opciones, cientas, precios, los más variados. Todo dependerá de si quieres que tu cuenta bancaria se tambalee más o menos.

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