Tribuna

José María Martínez de Haro

Escritor y periodista

¿Y ahora, qué?

¿Y ahora, qué?

¿Y ahora, qué?

La respuesta más simplona sobre la amarga victoria y la dulce derrota, resulta muy manida y no responde a nada. Algunas conclusiones pueden señalar la deriva post electoral en este verano de incertidumbres por voluntad de siete millones de votantes España avanza directamente hacia la ingobernabilidad e inestabilidad política e institucional. No es que se haya inventado aquí el bipartidismo imperfecto, pero aquí se dan las circunstancias de agravarlo a límites insospechados a causa de los extremismos que condicionan las políticas de cualquiera de los dos partidos mayoritarios; PP y PSOE que pudieran formar gobierno. Entre las posibles respuestas de los votantes, creo que se ha dado la peor; la mayoría de los votos que agrupan tres partidos de centro derecha y derecha extrema , once millones, no son suficientes para formar gobierno, ni lo podrían formar jamás a no ser que el principal partido de la derecha obtuviera una mayoría absoluta, circunstancia muy improbable para cualquier partido. Sin embargo, el bloque constituido en las izquierdas podrían formar gobierno bajo el liderazgo de Pedro Sánchez, facilito la lista de partidos que conformarían una mayoría parlamentaria; PSOE, SUMAR, UNIDAS PODEMOS, ERC, BILDU, JXCAT,PNV, MAS MADRID, COMPROMIS, IZQUIERDA UNIDA, CHUNTA ARAGONESISTA,DRAGO CANARIAS, ARAMES, ALIZANZA VERDE,EN COMÚ PODEM, IZUIERDA ASTURIANA, INICIATIVA DEL PUEBLO ANDALUZ, MOPVIMIENTO POR LA DIGNIDAD. Es decir, 21 partidos desde la izquierda supuestamente socialdemócrata hasta los marxismos estalinismos más irredentos y los separatistas catalanes y vacos junto a los proetarras. Algunas cuestiones se presentan difíciles para un equilibrio mínimamente estable. La primera sería la negociación con Carles Puigdemont que ahora se considera clave para la formación de gobierno. Las condiciones para la abstención de los diputados de Junts son públicamente conocidas; la amnistía para los 42.000 condenados por los delitos relativos al procés, garantías que Puigdemont no será juzgado ni entraría en la cárcel y la más importante, acuerdo con el PSOE de convocatoria de un referéndum de independencia de Cataluña con carácter vinculante. Este es el precio que Pedro Sánchez habría de aceptar y firmar previo a su posible investidura. No hay dudas sobre la naturaleza de este chantaje ni su intención disgregadora de la realidad territorial del Estado español. Conoce Sánchez la ilegalidad de estas propuestas, la Constitución española no contempla la amnistía, menos aún que desde el propio Estado se abra una vía para separar una parte del territorio nacional.

Sobre este asunto se ha pronunciado Federico Trillo, quien además de Ministro de Defensa y Presidente del Congreso, ha sido Letrado Superior del Consejo de Estado, firma Trillo que si Sánchez aceptara las condiciones exigidas y pactara con los separatistas cometería un fraude de Ley a la Constitución. Además, si accediera a las condiciones exigidas y pactara con un prófugo de la Justicia, Carles Puigdemont, podría incurrir en responsabilidades penales. Es totalmente aberrante que el presente y futuro de España esté en manos de un fugado de la Justicia, de una condenada por corrupción, Laura Borrás y por un condenado por prevaricación y malversación, Jordi Turull. La posible investidura de Sánchez depende directamente de ellos. Asimismo, figuras relevantes del socialismo, encabezadas por Felipe González se han manifestado colectivamente señalando que el PSOE no puede pactar con enemigos declarados de España, de su sistema político, de su Constitución y de su forma de Estado. Piden a Sánchez que vuelva a los principios y valores del socialismo de la transición y que proponga o acepte un acuerdo de gobierno con el principal partido de la oposición, el PP para evitar las injerencias de partidos populistas, extremistas y separatistas logrando así la estabilidad política de España tan necesitada en estas circunstancias de crisis internacional.

Habrá que decir que el sistema electoral español causa estupefacción en otros países democráticos de Europa. En otros países de la UE hay leyes electorales para evitar la fragmentación, la ingobernabilidad y la inestabilidad. En Alemania es muy habitual el acuerdo de gobierno entre los dos grandes partidos; la social democracia (sería el PSOE) y el partido democristiano (sería el PP) y entre ambos han logrado el mayor desarrollo, progreso y estabilidad que jamás conoció Alemania. En Grecia los partidos asumieron la imposibilidad de mantener una ley electoral que dificultaba la formación de gobierno de las mayorías y recientemente la cambiaron para impulsar la gobernabilidad de tal modo que el partido mayoritario recibe automáticamente 50 diputados añadidos por ley para que pueda formar gobierno. En Francia se contempla una segunda vuelta electoral si no hay una mayoría suficiente en la primera de tal suerte que los partidos con mayores posibilidades compiten para que los electores decidan finalmente sus preferencias.

Catedráticos de Derecho Constitucional , analistas y políticos de ambos partidos mayoritarios se pronuncian sobre la urgente necesidad de cambiar la ley electoral española para permitir con una primera o segunda vuelta a las urnas que el partido más votado pueda gobernar. La Ley D’Ont fue un acuerdo entre Alfonso Guerra y Fernando Abril Martorell acordada en unas circunstancias singulares antes de las primeras elecciones de democráticas. Se favorecía así la presencia en el Congreso y en el Senado de los partidos nacionalistas minoritarios en relación al censo nacional. La realidad nos muestra unos efectos nocivos para los ciudadanos españoles en general y para el Estado español que se manifiesta en la radicalización de partidos nacionalistas que pretenden la vía de la secesión atacando frontalmente al Estado español , la Constitución y las leyes creando una situación cada vez más candente. Todas estas circunstancias se enmarcan en una crisis sin precedentes que amenaza la estabilidad de nuestro sistema político con la amenaza de fragmentación territorial del País Vasco y Cataluña como republicas independientes y de la forma de Estado amparada en la Constitución española. Desde mi experiencia personal creo que jamás se ha conocido una mayor incertidumbre política y peligros latentes que se hacen evidentes por la extraña personalidad y perfil político de Pedro Sánchez . La mayor evidencia que muestran los resultados electorales es que la concordia y los pactos de Estado entre partidos de ideologías diversas que alumbraron la democracia se han sustituido por el frentismo irredento que protagoniza el PSOE, otra vez más, avanzando con el sanchismo hacia políticas rupturistas que comenzaron en la etapa funesta de Rodríguez Zapatero. El 23 J será fecha recordada porque definitivamente acaba con lo que se conoce como transición política. No es cuestión de números, ni siquiera de posibles mayorías, una mentalidad deconstructora empapa toda la izquierda española. Ha acabado la reforma, comienza la ruptura, todo lo demás será cuestión de azar.

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