Tribuna

Emilio García Campra

Historiador

La historia se repite

Pretender convertir estos actos en bandera política de distintas tendencias sólo puede acarrear el desenfoque interesado de la propia historia

La historia se repite La historia se repite

La historia se repite

Desde hace ya algún tiempo, observo con profunda tristeza el clima creado con el enfrentamiento de los grupos políticos municipales en un tema tan sensible como es el posible traslado del Monumento de los Mártires de la Libertad, los populares "Coloraos". En los últimos días las tensiones han subido de tono, tras conocerse por la prensa la gestación y algunos detalles técnicos de un proyecto arquitectónico, dicen ganador de un concurso municipal y, en consecuencia, infalible, que incluye, además del "traslado" del mencionado Monumento (hoy Cenotafio) a otro enigmático lugar, el del arbolado existe ahora en la Plaza Vieja. Todo ello ha generado en un sector importante de la opinión pública inquietud y malestar, empezando por su sospechoso título de "traslado", de tan negativos recuerdos. En consecuencia la gente se cabrea y en uso de sus derechos democráticos se manifiesta.

Pero hagamos un poco de historia:

Hacia las 4 de la madrugada del día 9 de agosto de 1899 cayó a tierra la enorme columna que coronaba el Mausoleo de la Puerta de Purchena. Lo caído al suelo quedó complemente destrozado. Unos días después, el ciprés que con su sombra protegía el sueño eterno de los mártires en aquel lugar, yacía en el suelo, talado por las afiladas garras de un hacha.

También entonces la opinión pública estaba dividida con el traslado. El diario La Crónica Meridional abogaba por mantenerlo en el mismo lugar o, en su caso, en otro menos cerrado y distante que la Plaza Vieja. El Ferrocarril se inclinaba por esta plaza, precisamente para rehabilitarla con la presencia del Monumento, dado el lamentable estado de abandono que presentaba.

Nosotros creemos que los problemas de la Plaza Vieja, como bien ha señalado el arquitecto Eduardo Blanes, son básicamente estructurales y debidos a la excentricidad urbanística y social de nuestro Casco Histórico, pareciéndonos adecuada la actuación integral que el Sr. Blanes propone para potenciar la zona. El "Pingurucho" y el arbolado no son los responsables directos de esos problemas. O mejor dicho, su desaparición del lugar no los van a solucionar.

Cuanto antecede, entre otros indicios, nos empuja a dudar si de verdad hemos sido capaces de admitir sinceramente, en los tiempos que corren, que el "Pingurucho" es un patrimonio de toda la ciudadanía almeriense. Es verdad que se han superado viejos perjuicios de otros tiempos, tal como el que confesaba nuestro ilustre historiador Padre Tapia, relativo a un personajillo que, hacia 1970, mandaba tanto en el archivo municipal que le impidió trabajar en el famoso legajo 606, que reúne documentación básica sobre los Coloraos. (LVA, 9/7/1980). Pero repetimos, seguimos apreciando algún que otro indisimulado recelo en la significación de este legado histórico. La política informativa municipal debe ser cuidadosa y hábil al respecto. Ofrecer diálogo paralelamente a advertir que su decisión es irrevocable, el célebre "sí o sí", no sólo revela falta de talante, sino que es una torpeza política; o las peregrinas manifestaciones de algún responsable sugiriendo como nuevo lugar de emplazamiento para el Monumento la "boca del río" (cuanto más lejos, mejor…); o la penosa pasividad ante el descubrimiento de los restos de aquellas víctimas. Y por parte de algunos de los otros dignos representantes municipales, en ocasiones se hace patente también su intento de monopolizar aquellos sucesos.

Así las cosas, al contemplar el Monumento actual, conociendo sus antecedentes, vemos con claridad la ineludible necesidad de recuperar sus señas de identidad, que es tanto como recuperar toda su historia. Quizá estas ausencias en el Cenotafio sean las que imposibilitan su capacidad actual de transmitir emociones.

Hace ya casi 20 años, desde mi condición de almeriense del común interesado en nuestra historia, dejé constancia escrita en mi libro "Los Coloraos en sus documentos", en otro momento de emergencia, de lo que, a mi juicio, no debemos hacer. Decía entonces: "Pretender convertir estos actos en bandera política de distintas tendencias sólo puede acarrear el desenfoque interesado de la propia historia, lo que con el mayor celo nunca debemos permitir como tampoco cualquier tipo de manipulación o instrumentalización, tanto por sus defensores como por sus detractores".

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