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De La Cabaña a La Romanilla: un chiringuito pionero hace historia en Roquetas de Mar

Aspecto actual que presenta el chiringuito La Romanilla, asentado sobre el otrora La Cabaña.

Aspecto actual que presenta el chiringuito La Romanilla, asentado sobre el otrora La Cabaña. / DDA

Dolores Saavedra Valle, más conocida como Loli, es vicepresidenta de la Asociación de Chiringuitos y gerente de Chiringuito La Cabaña, un emblemático negocio familiar que llega a los 50 años en este 2024. Ha visto nacer a varias generaciones almerienses, así como el boom turístico de la provincia, en concreto en el conocido barrio de La Romanilla en Roquetas de Mar. 

Se dice que los orígenes del concepto "chiringuito" proceden de Cuba y que se refería a una forma de preparar el café, donde los campesinos de la isla colaban el líquido con una media y al chorrito colado lo llamaban "chiringo". El boca a boca de los que pasaban por allí fue alterando la palabra y se llega a popularizar en España como "chiringuito".

Por otra parte, se cuenta también que “chiringuito” era el nombre de un tipo de aguardiente elaborado en la Nueva España durante la época de las colonias, hecha con miel de caña y durante un tiempo prohibida por ser “venenoso y mortal”, si bien también por ser una dura competencia al propio aguardiente de Castilla. A principios del siglo XIX se volvió a legalizar permitiéndose así su comercialización en España. Y es que, en sus comienzos, en los chiringuitos solo se ofrecían este tipo de bebidas, sin rastro de comida ni nada para picar.

En cualquier caso, comenzó a extenderse primeramente por la costa mediterránea, desde Cataluña hasta el sur, adaptándose el concepto de chiringuito, al igual que aquel aguardiente, a las costumbres sureñas, convirtiéndolo en un lugar para socializar, donde beber y comer rico, con buen ambiente y buenas vistas.

Loli Saavedra cuenta cómo con tres años su familia, padres y hermanos, llegaron en 1974 desde Granada a la entonces desértica Romanilla para montar un negocio apenas conocido en la provincia, pero ya pionero en Cataluña: los llamados “chiringuitos”, por el sur conocidos como "merenderos" antes de la llegada del turismo masivo del norte a esta costa.

Saavedra ya ayudaba a sus padres a fregar y ordenar los platos en aquella primera versión de chiringuito-cabaña que se componía de cañas en los laterales, barra de madera en el interior, suelo de arena mojado y una estructura tipo parral simulando a los exitosos invernaderos de la época. “Cuando nos instalamos en la misma arena de La Romanilla, por aquel entonces la gente no acostumbraba a bajar a la playa, eran en su mayoría agricultores que permanecían en el campo, solo eran unos pocos los turistas nacionales, de Madrid o Barcelona en su mayoría, los que se daban un baño y cada junio celebraban San Juan como festividad que no podían perderse. Solo había cuatro gatos en la playa”, recuerda Loli sorprendida de lo vacía que se encontraba antaño esta costa y de cómo en la actualidad no cabe un alfiler cada 23 de junio para dar comienzo al verano.

La familia Saavedra Valle llegó sin conocer nada ni a nadie, solo con una “caseta-merendero” que además de sustento económico servía a su vez de refugio ya que en más de una ocasión tenían que hacer noche en su interior para protegerlo ante robos o inclemencias meteorológicas. Pronto se hicieron hueco y crecieron en un emergente barrio cuyo crecimiento se alineaba con la explosión del turismo en la provincia y la cada vez más costumbre de ir a la playa en cuanto llegaba el fin de semana, en San Juan o incluso en fin de año para las Moragas.

Se ganó la confianza de los lugareños gracias a sus sardinas a la plancha, su fritaílla o su ya tradicional tapa de garbanzos que no perdonaba cada sábado el cura del pueblo, como recuerda la familia Saavedra. “Gloria y también pena, recuerdo el día que por un cambio de la Ley nos derribaron el chiringuito de la noche a la mañana sin previo aviso, y tras manifestarnos todo el gremio juntos, huelga de hambre de por medio y mucha lucha familiar, conseguimos el permiso para reconstruirlo a los seis meses ahora sobre el recién construido Paseo Marítimo”, cuenta una Loli valiente.

“Echamos la vista atrás y no nos podemos creer cómo ha crecido el barrio en cuanto a edificación y vecinos, así como la playa de La Romanilla junto al chiringuito, que se han convertido en el punto de referencia donde todo el pueblo baja a disfrutar de su ocio. Nos sentimos orgullosos de que nos consideren parte de la historia”, se emociona Loli.

El chiringuito La Cabaña, en uno de sus últimos años antes de convertirse en La Romanilla. El chiringuito La Cabaña, en uno de sus últimos años antes de convertirse en La Romanilla.

El chiringuito La Cabaña, en uno de sus últimos años antes de convertirse en La Romanilla. / DDA

¿Por qué vuelve a hacer historia?

50 años han pasado de aquella Cabaña, de aquellas vivencias familiares saliendo a pescar para luego cocinar a todo un pueblo en crecimiento y, tras medio centenario, los Saavedra han decidido compartir aventura profesional con la familia Cáceres Tarifa -gerentes del Grupo Tracatá- con el objetivo de reabrir el antiguo chiringuito y seguir su legado.

El barrio de La Romanilla necesita resurgir, volver a ser el punto de encuentro roquetero. Y esta gran unión entre la familia Saavedra y la de Cáceres Tarifa, puede volver a hacer historia tras reformarse por completo el Chiringuito de La Romanilla, donde se mezclan los años de experiencia y lucha familiar con la energía y la fuerza de un grupo de jóvenes que batalla por darle un extra de alegría a la hostelería almeriense.

No faltará la cerveza fresquita, una tapa que la acompañe con vistas al Cabo y la cercanía de su gente. Si bien traen consigo los orígenes de aquel 1974 y aquellos recuerdos de Cuba en cada uno de los detalles del local, para que se pueda respirar y vivir allí toda la tradición combinada con un concepto diferente de chiringuito de lo que se conoce a día de hoy en la provincia, con un nuevo estilo, color y oferta gastronómica.

Los chiringuitos tienen algo especial que hace que no te quieras desligar de ellos. Loli, Rosa y Lázaro son conscientes de ello, así como de la gran responsabilidad de revivir esta zona costera de Roquetas que ha sabido maridar a la perfección la tradición de la pesca, las festividades como San Juan o las Moragas, juntando al turista con el ciudadano local.

Historia y comida convergen en el chiringuito de siempre, ahora conocido como La Romanilla, resurgido y reconvertido para volver a darle a este barrio lo que se merece: ser el punto de encuentro del pueblo, donde socializar y disfrutar de un “ratico agustísimo”, donde la vida almeriense se cocina a fuego lento.

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