Historias Cofrades

Aquel banderín que he limpiado yo

Bandera de tramo de la Hermandad de Coronación.

Bandera de tramo de la Hermandad de Coronación. / Rafa González

Queda poco tiempo para que la cruz de guía salga por la puerta de la iglesia y comience nuestro desfile procesional un año más. Me encuentro concentrado para realizar mi estación de penitencia con la mirada perdida y pensando en mis cosas. Es en ese momento cuando, al alzar la vista, lo veo: uno de los nazarenos del cortejo lleva un banderín, pero no uno cualquiera sino el que en esta Cuaresma he limpiado yo.

Entonces, a mi cabeza que le gusta hacer balance de lo que ha pasado de Semana Santa en Semana Santa, hace de las suyas y echa a volar.

Porque es verdad de que la salida de una hermandad a la calle significa mucho más que ese día. Detrás hay muchísimas historias y meses de trabajo que no se ven y que mucha gente desconoce, pero los que estamos dentro de este mundo sabemos y por ello, las salidas año tras año se nos hacen tan especiales y más porque cada Semana Santa es distinta.

Recuerdo el día que me puse a limpiar ese banderín. Había ido por la tarde a la Casa de Hermandad, como de costumbre, para ver qué es lo que hacía falta hacer e ir preparando cosas con vistas al Martes Santo. “Seguramente tocará montar la parihuela de ensayo ya que la semana que viene empezamos y tiene que estar todo listo”, pensé.

Mientras que venía más gente, me fui con uno de la cofradía a tomar café a la cafetería de al lado. Allí, se encontraba el prioste que estaba haciendo lo mismo. Nos saludamos amistosamente y entre risas, nos dijo que nos sentáramos con él ya que todos estábamos haciendo lo mismo, haciendo tiempo para que llegara más gente. En un momento de la conversación, él se dirigió a mí y me preguntó que si alguna vez había limpiado un banderín. Yo le dije que no, que había limpiado otras cosas pero que en lo que se refería a telas y eso andaba un poco falto de conocimientos. “No te preocupes, esta tarde te vas a hacer especialista de ello, tenemos un banderín en la Hermandad que este año hemos decidido volver a sacarlo y hay que limpiarlo”, me dijo con cara cómplice.

“Me lo tendrás que explicar muy bien, que no quiero que le pase algo que eso seguro que cuesta mucho”, le dije un poco asustado, a lo que él me respondió en un clima totalmente amable para que me tranquilizara. “Nadie nace enseñado y además, poco a poco tendréis que ir aprendiendo a hacer otras cosas de las que estáis acostumbrados a hacer ya que los que estamos aquí no vamos a durar eternamente en el cargo y hay que ir enseñando a sabia nueva, no importa que te equivoques ya que nadie nace enseñado”, argumentó.Ya en la Casa de Hermandad, llegó el momento de ponerse con esa nueva tarea que me había asignado. “Aquí tienes, el banderín, más este cepillo especial y esta gasa con un producto que le he echado para el mástil de la misma”, me dijo el prioste, por lo que sin pensármelo dos veces cogí y me puse manos a la obra previas precisas explicaciones de cómo había que hacerlo.

Esa tarde todos mis esfuerzos estuvieron centrados en ese banderín, en que quedara a la perfección. Mientras lo limpiaba, había muchos hermanos que llegaban y se sentaban a mi lado para hacer otras cosas o para contarme la historia de aquello que estaba limpiando. La tarde fue magnífica, pues es en este tipo de cosas cuando recuerdas lo que significa una Cofradía: recuerdos, unión, encuentros de historias de vida, amistad, apoyo, trabajo… y sobre todo, algo que muchas veces se nos olvida y que debe predominar por encima de todo, Hermandad.

Se abre la puerta de la iglesia. Mi cabeza regresa a mí. El banderín que limpié se encuentra en su parte del cortejo, portado por un nazareno. Puede ser que no sea el que más reluzca o el que más limpio esté. Pero hoy, a lo largo de mi estación de penitencia, cuando pase por su lado pensaré que ahí va un poquito de mí. De mi vida, de mi historia, de mi esfuerzo… y de una buena tarde rodeado de gente que, aunque no la haya elegido yo como suele pasar con los amigos, se trata de gente que me importa, de gente de mi Hermandad.

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