Semana Santa

La saeta en la calle

  • La razón de la creación y existencia de la saeta flamenca atesora una raíz espiritual

Momento en el que el pregonero canta la Saeta del Perdón al Nazareno en Vera (Almería).

Momento en el que el pregonero canta la Saeta del Perdón al Nazareno en Vera (Almería). / Victor Visiedo

Hay géneros flamencos que todavía permanecen por fortuna unidos al pueblo llano. La saeta en la calle, es su lugar natural. El Diccionario de la Real Academia, en su cuarta edición, la de 1803, definió a la saeta como “cada una de aquellas coplilla sentenciosas y morales que suelen decir los misioneros y también se suelen decir durante la oración elemental”. Este concepto aludía a las saetas que cantaban los hermanos del Pecado Mortal y los de la Aurora. De estas saetas sentenciosas o avisos morales se habla por primera vez en un libro impreso en Sevilla en 1691: “Voces del dolor nacidas de la multitud de los pecadores que se comentan…” compiladas por Fray Antonio de Escaray. Desde entonces hasta la fecha, la saeta sentenciosa y moral ha pasado por distintas etapas de mayor y menor intensidad interpretativa, pero en centros saeteros básicos de esta índole se han revalorizado a partir de los años cincuenta, por lo que actualmente la interpretación de las saetas en la Semana Santa constituye una peculiaridad religiosa y folclórica que atrae y gusta a foráneos de todas las latitudes, para disfrutar de un rito religioso-popular verdaderamente único en el mundo, pues cada cofradía puede tener su propia saeta. He aquí la letra de una saeta carcelera: “Eres madre de los pobres,/ Soledad es tu nombre sola,/ bendice al que está encerrado,/ dale consuelo al que llora/ madre de los desgraciados”. Esta saeta data de los principios del siglo XIX, cantada por los presos entre las rejas, habiendo quedado como prototipo del género.

Los conservadores de estas saetas recitativas, consideran que deben ser mantenidas fieles a sus principios, lejos de la interpretación por estilos flamencos y con brevedad en su dicción, siguiendo la entonación litúrgica que en lo musical las originara, y así viene sucediendo de generación en generación, como se pone de manifiesto cada Semana Santa. Según los más ciertos y estudiosos de la saeta antigua, “su fundamento musical está claramente vinculado con la oscura historia de la misma, y como ésta se pierde en la nebulosa de la noche de la duda”. Y en el diario “El Debate”, del 5 de junio de 1928, escribía Joaquín Turina: “Muy difícil es encontrar el origen de la música que durante tanto tiempo ha servido de base para colocar la letra. Una melodía ingenua y algo solemne, perdurado mientras la saeta fue verdaderamente popular”. Y se ha llegado a la conclusión de que tres son las teorías más acertadas sobre su génesis musical, al decir de Melgar Reina y Marín Regula: La que quiere descubrir en la misma una raíz árabe; la que hace derivar de los cantos sinagogales judíos y la que mantiene una descendencia directa de antiguos cantos procesionales cristianos.

La saeta flamenca

Pero la saeta que se impone a nivel popular y masivo en los desfiles procesionales de cualquier pueblo de esta Andalucía verde y blanca es la saeta flamenca. Y la aparición de la saeta como cante flamenco es posible que devenga de bastante tiempo antes de su divulgación en los primeros años veinte. Las últimas investigaciones apuntan a que tuvieron lugar en Jerez de la Frontera a través de un singular intérprete: Paco de la Luz, siendo su hija La Serrana quien primero grabó saetas flamencas en disco. Luego sus difusores más significativos fueron los cantaores Centeno, Chacón, Manuel Torre, Medina El Viejo, El Gloria, La Niña de los Peines, Manuel Vallejo…, en una época de esplendor saetero, entonadas las saetas siguiendo los estilos más “jondos”: el martinete y la seguiriya.

La razón de la creación y existencia de la saeta flamenca no, tiene exclusivamente unas motivaciones artísticas, sino que atesora una raíz espiritual. Y oración tan patética, desgarrada a la vez que musical, forma en el ambiente un colectivo recogimiento, pese a que es una sola voz la que fervorosamente se eleva en plegaria, en loor, en impulso de consuelo hacia la aflicción divina, porque no es oración para pedir, para patentizar al Cristo y a su Madre la solidaridad humana con su dolor dentro de los rituales costumbristas. El auge de la saeta flamenca es hoy muy superior a todas las épocas.

Semanas antes de la celebración de la Semana de Pasión, peñas flamencas, asociaciones e incluso ayuntamientos andaluces, convocan concursos, a los que concurren tanto cantaores profesionales como aficionados. La música popular configura junto con la culta, una atmósfera estética, cultural y folclórica sumamente tan sorprendente como tradicional en España durante toda la Semana Santa, cuyos actos y rituales no se conciben sin ese aliento musical diversificado tan del agrado de la gustativa popular, que llena las calles y plazas de acordes bajo las estrellas y ante la perplejidad y el gozo de propios y foráneos.

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