Hay pasiones compartidas que paralizan el tiempo y erizan la piel cada año. Una de ellas se produce cada catorce de septiembre en Bacares. El pasado viernes, el pueblo de apenas 300 habitantes vio multiplicada su población gracias a los miles de fieles al Santo Cristo del Bosque al que acompañaron por el municipio y los parajes naturales que le rodean. La imagen, símbolo de devoción para cientos de vecinos del Valle del Almanzora y otros puntos de la provincia, se convierte en la máxima expresión de las fiestas patronales de esta pequeña localidad.

Aunque el cielo amenazaba lluvia, finalmente no llovió y permitió salir a la procesión. Dio comienzo a las ocho de la mañana con la misa en honor a los peregrinos venidos desde distintos puntos de la provincia.

El municipio y sus sierras cambiaron de color. El constante ruido de los cohetes anunciaban al alba que en la Perla de los Filabres era un día grande. El día que el Santo Cristo del Bosque sale de su templo para dirigirse al paraje en el que cuenta la leyenda que apareció. Ya por la tarde la iglesia era un hervidero de personas. Todos querían aferrarse a las andas para llevar sobre sus hombros el peso del que tantos milagros ha obrado.

Las campanas anunciaban la hora de salida y, puntual, como cada año, la cruz pasaba por el umbral de la puerta mientras la banda de música Anacrusa interpretaban el Himno Nacional y los que esperaban en la plaza gritaban vivas emocionados. El Cristo llegó a la ermita del Bosque a hombros de los fieles y al llegar al lugar sagrado muchos rompieron a llorar de emoción.