El Personaje

La pesca, un gran caladero de infinitas aventuras en el mar

  • José Campoy empezó a trabajar como pescador con 14 años

  • La modernización del sector ha hecho que los marineros embarcados descienda a tres o cuatro por barco

José Campoy.

José Campoy.

"El ambiente donde yo vivía invitaba a trabajar en el sector pesquero”, comenzaba a contar José Campoy, un ex pescador que se entregó a la mar durante 20 años.

Natural del barrio almeriense de Pescadería, José Campoy desde muy pequeño se había movido en un ambiente en el que todo giraba en torno a la pesca. Todos los miembros de su familia, desde su bisabuelo, abuelo, padre y hermanos se habían dedicado a esta profesión, lo que suscitó en el expescador el deseo de trabajar en la mar.

“Como sabe todo el mundo, es un trabajo muy duro, sobre todo cuando hay condiciones climatológicas adversas. Cuando llueve no hay lugar para resguardarse de la lluvia, al igual sucede cuando hace viento... pero son las cosas que diferencian a este trabajo y lo hacen especial”, narra Campoy.

No obstante, armado de valor, y siendo consciente de que la pesca era el sustento de la mayoría de las familias que conocía, en 1978, siendo un chaval de 14 años, José empezó a trabajar en la pesca. “Si había buena pesca, uno se aseguraba un buen sueldo, pero si no había, ese sueldo se veía reducido, aunque no fue el sueldo lo que me empujó a dedicarme a ello”, cuenta.

“Si había buena pesca, uno se aseguraba un buen sueldo, pero si no había, ese sueldo se veía reducido", José Campo

En sus inicios siendo un joven, José Campoy se dedicó a la traíña, más tarde se atrevió con el arrastre. “Pesqué al pincho, al arrastre a la traíña... probé todas las modalidades de pesca que existían en este puerto y en todos lo que trabajé. Llegué a desplazarme hasta Euskadi y también me embarqué en un barco de Castellón para trabajar en la costa del Levante español”. Sin embargo, las aventuras de Campoy en el mar no se reducen a múltiples viajes entre puertos españoles. “Cuando tenía quince o dieciséis años, cuando se creó un acuerdo de pesca con Marruecos, me embarqué en el barco José Juanito y me fui a la costa marroquí a pescar en el Atlántico. Durante ese tiempo nos apresaron dos veces. Primero en Argelia, porque nos interceptaron pescando en aguas argelinas, y como no había acuerdo con este país, nos detuvieron un tiempo. En una segunda ocasión, nos apresaron en Marrakech, porque según ellos habíamos estado pescando dentro de las millas”, explica Campoy.

Después de haber estado veinte años en la mar, José se vio obligado a permanecer en tierra firme tras sufrir un accidente mientras realizaba las labores de pesca. Ahora, cuando habla de esta profesión, se percibe en su voz un cierto tono de nostalgia: “antes en el censo pesquero podría haber perfectamente alrededor de 200 barcos, ahora solo quedan 46. También la modernización del sector ha hecho que la cantidad de marineros necesarios en un barco disminuya. Anteriormente el promedio era de unos 10 o 12 marineros, ahora con tres o cuatro personas es suficiente porque las máquinas facilitan el trabajo”, cuenta. Ahora, ya desde tierra firme y sin olvidar lo que un día lo definió como persona y calmó su gran anhelo, Campoy defiende la pesca y la labor de los pescadores, como los mejores conservadores del mar, porque es de su actitud y actos de lo que depende su comida de mañana.

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