Los Filabres, treinta años de la experiencia piloto del pastoreo
Una investigación en la finca Los Pajares de Benizalón permitió al CSIC poner en valor el papel de la ganadería
Fue el germen de la Red de Áreas Pasto-Cortafuegos de Andalucía que integra a más de 200 pastores
En el contexto de la entrada en la Comunidad Económica Europea de España en 1986, que supuso un avance hacia el abandono rural en base a las ayudas comunitarias a las zonas desfavorecidas, se inició una investigación en una finca de la cara sur de Sierra de los Filabres en el municipio de Benizalón que resultó determinante para echar por tierra los falsos mitos sobre los daños y perjuicios de la ganadería extensiva sobre el territorio. Las 130 hectáreas de Los Pajares, con una altitud de 850 metros y 296 especies vegetales, fueron el mejor laboratorio para comprobar con argumentos científicos de peso la alianza del pastoreo y el monte y la obligada compatibilidad de esta explotación de los recursos con la protección del ecosistema. Entre 1986 y 1990 se desarrolló sobre el terreno un trabajo con la ayuda del ganadero José Alonso que cambió la orientación inicial, vinculada a la línea de investigación de lucha contra la desertificación, por los sorprendentes resultados sobre la riqueza y diversidad de los pastos gracias a la incidencia de una de las actividades más tradicionales, el pastoreo, tanto en su biología como dinámica vegetal. Ana Belén Robles Cruz, joven investigadora de botánica del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, se embarcó en el análisis del primer banco de datos de las forrajeras del sudeste evidenciando la gran influencia del rebaño, caprino en esta ocasión, en la dispersión de ciertas plantas que mejoraban las condiciones del suelo. La tesis de Ana Belén Robles invalidó todos los prejuicios existentes sobre el pastoreo y la degradación al dejar constancia de que los indicadores de riqueza florística, recuperación de la cubierta vegetal y niveles de biodiversidad eran superiores en las zonas con actividad ganadera. "No hubiésemos encontrado un lugar mejor", asegura la bióloga que entonces investigaba para la Estación Experimental de Zonas Áridas del CSIC en Almería que, al igual que la de Zaidín en Granada, dirigía el doctor Julio Boza López. Emplearon fotografías aéreas de las décadas anteriores y las huellas del pasado cerealista de la finca de Benizalón para constatar lo que años más tarde estudiarían en otros laboratorios naturales con el desarrollo de proyectos en Laujar (1.500 hectáreas), en los parques naturales de Castril (13.408 ha) y Cabo de Gata-Níjar (37.570) y el parque nacional de Sierra Nevada (90.000).
La línea de investigación sobre pastos y sistemas silvopastorales mediterráneos del CSIC nacida en 1986 avanzó en nuestro país, de la mano de profesionales como José Luis González Rebollar, y tomó buena nota de los proyectos de pastoreo y silvicultura preventiva que se aplicaban en otras regiones francesas. Y acabó evolucionando hacia un convenio de colaboración con la Consejería de Medio Ambiente para la creación de la Red de Áreas Pasto-Cortafuegos que tuvo un ensayo previo en la finca del Cortijo Becerra en la pedanía Hernán Valle de Guadix. Entre los años 2003 y 2010 pusieron en marcha propuestas de I+D sobre la importancia de incorporar prácticas ganaderas en acciones de silvicultura preventiva que se han convertido en un referente de la lucha nacional contra el fuego. Pero nunca se quedaron ahí. Las cabras y ovejas que ficha el Plan Infoca cada año son sólo una parte de su planteamiento y no han dejado de reivindicar en base a sus estudios su contribución al mantenimiento del medio natural más allá de la rentabilidad como desbrozadoras del combustible vegetal, de hasta un 75% menos en relación al control mecánico de los cortafuegos. "Los ganaderos y pastores son aliados del territorio y prestan un servicio a la sociedad que no se les reconocía", asegura la investigadora que hizo posible aquel primer análisis en la finca Los Pajares. Ana Belén Robles ha mantenido un estrecho vínculo con el ganadero José Alonso y con su familia porque su contribución fue imprescindible. "Fuimos en busca de degradación por culpa del sobrepastoreo y encontramos unos índices de biodiversidad que no esperábamos". El terreno podría asumir mucha más carga de rebaño de la que creían y esa fue la tónica en los sucesivos informes. González Rebollar explica que si no se hubiera realizado la tesis de Robles Cruz no se habría tenido una metodología de evaluación sobre el impacto del caprino y ovino. En Sierra de los Filabres empezó una línea de investigación que ha permitido poner en valor tanto el pastoralismo como sus usos en la prevención de incendios. "Supuso un cambio de mentalidad, de un váyase de aquí para poner pinos a un quédese que necesitamos a su rebaño para protegerlos", añade.
Y treinta años después de aquella primera investigación, Ana Belén Robles volverá a Los Filabres con el proyecto Open2preserve del programa Interreg Sudoe que fue aprobado a principios de febrero para la protección del entorno y la eficacia de los recursos naturales. Es un proyecto de cooperación de ámbito trasnacional que pretende impulsar un modelo de gestión sostenible que permita rebajar el riesgo de incendios y garantice la preservación de los ecosistemas y la calidad ecológica de espacios abiertos de montaña de alto valor ambiental a través de la alianza de fuego técnico y pastoreo dirigido. Esta técnica -herbivorismo pírico- se aplicará en la Zona de Especial Conservación de los Calares de la Sierra de los Filabres, con 6.616 hectáreas de extensión a través de los términos de Bacares, Serón, Bayarque, Sierro y Velefique en la prolongación natural de la Sierra de Baza. El ganado contribuye tanto a la dispersión de las semillas como al abono del terreno que pisa, ayuda a mantener las especies vegetales y fijan la población al territorio. El doctor ingeniero en Montes José Luis González Rebollar suma más de tres décadas de planificación de usos ganaderos en los espacios protegidos y defendiendo el papel ecológico del pastoreo. Un trabajo que le hizo merecedor del Premio Andalucía de Medio Ambiente y que hace posible que hoy sean más de 200 los pastores que protegen las sierras andaluzas a través de las Áreas Pasto-Cortafuegos. En la provincia son 41 que movilizan a más de 17.000 cabezas de ganado lanar y caprino repartidas en 552 kilómetros lineales y mil hectáreas de superficie. Y los planes a corto plazo pasan por seguir creciendo porque la ganadería extensiva y la silvicultura preventiva aún tienen mucho que aportar a la provincia.
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