CRÓNICAS DESDE LA CIUDAD

Lola, espejo oscuro

  • Éxito. Detentador de una atractiva biografía, a Darío Fernández-Florez (1909-1977), el triunfo literario le sobrevino con un título varias veces reeditado y llevado al cinematógrafo en 1966

Lola, espejo oscuro

Lola, espejo oscuro / D.A. (ALMERIA)

En ocasiones, un nombre rotundo nos devuelve inesperadamente al pasado. A una historia contada, comentada y olvidada. Es la magia periodística del titular. Me ocurrió fechas atrás: Lola, espejo oscuro. Con sendas ilustraciones de Jesús de Perceval, su suegro, lo firmaba en estas páginas el amigo José Luis Ruz, referido a la obra más conseguida de Darío Fernández-Florez (1909-1977). Singular cronista de la decadente burguesía madrileña, el escritor –formado en la laica Institución Libre de Enseñanza-, obtuvo un merecido éxito en sucesivas ediciones y traducciones, así como en su versión cinematográfica en 1966.

De nuestra bella inclusa sacó más lances y picardías a las librerías antes de finiquitar su densa biografía con un título previsible: “Asesinato de Lola, espejo oscuro" (1975). Rescato ahora la contraportada que le dediqué en uno de los cuadernillos diario en la Feria de 2014.

De trazo genuinamente almeriense, a Jesús de Perceval debemos las primeras ilustraciones

EN EL HOSPICIO LOLA era muy mona y cara, muy cara. Una mujer joven y maravillosa, curvilínea e imprevisible como la primavera. De veinticinco abriles cuando nos hallamos en el Madrid autárquico de los años cuarenta, el momento más esplendoroso de su quehacer profesional. Leí “Lola, espejo oscuro” en un formato de bolsillo (Libros Reno, 1966) al concluir el servicio militar en el Rgtmo. Nápoles nº 24 del capitalino cuartel de La Misericordia (¿vendrá mi querencia por La Almedina de aquellas idas y venidas?). Corriendo los tiempos que corrían, la novela, por extraño que resultara, no sufrió con rigor la censura de imprenta. Ni ésta ni la primera edición de 1950, ilustrada por el artista almeriense Jesús de Perceval. Pero más inexplicable aún es que la película de igual título (dirigida por Fernando Merino e interpretada por una exuberante Enma Penella) pasase el filtro de los cancerberos (falangistas y curas) de la moral asfixiante. Tres “goles” encajados por el régimen franquista y el encumbramiento del vallisoletano Darío Fernández Florez; quien exprimiría el éxito con distintos remakes ambientados en el Madrid de posguerra.

Lola, espejo oscuro, 1966 Lola, espejo oscuro, 1966

Lola, espejo oscuro, 1966 / D.A. (ALMERIA)

Lola, puta de altos vuelos, se estableció por libre después de asistir como pupila a una casa frecuentada por la créme de la créme de aquella sociedad degradada e hipócrita. De bienpensantes adictos, clérigos y militares de tapadillo; estraperlistas, galanes achulados, alcaldes de pueblo y jefes locales del Movimiento o subsidiarios del sexo de pago. Un antro lujoso en un paisaje miserable. Su inigualable belleza le permitió en todo momento filtrar la clientela, adinerada por supuesto, a la que esquilmó con carantoñas, mimos y escenas de celos. Pero lo que no he dicho todavía es que Lola era almeriense y a sus orígenes urbanos volvía regularmente.

El 23 de marzo de 1921 unas manos desnaturalizadas dejaron al bebé en el torno del Hospicio anejo al hospital de realengo, regido ya por Diputación Provincial. Una criatura más a nutrir la estadística de la Casa-cuna que siglos atrás fundara el obispo Mandiáa y Parga. Pese al anonimato, los progenitores (uno o dos) debían ser personas principales ya que además del ajuar bordado con las iniciales M.V., a la madre superiora de San Vicente de Paul le hicieron llegar diez mil duros de la época, una auténtica fortuna, a ingresar en una cartilla del Monte de Piedad y entregárselos a su salida del establecimiento; una vez deducidos los gastos ocasionados que la comunidad religiosa estimase. En la dote se incluía un medallón de oro con la efigie de La Macarena, ¿por qué no de la Virgen del Mar?

POR LAS CUATRO CALLES Con las monjas creció y aprendió a coser, zurcir y bordar para la calle. Contemplando por el ventanal de la sala de costura el mecer de “cuatro palmeras con talle de gitanas camineras, en una tierra que no cría apenas agua”. Saliendo a pasear con las otras niñas los domingos por el Puerto, antes del almuerzo de judías con bacalao y rezos, muchos rezos. Hasta los trece años en que fue dada en adopción a un guardia civil jubilado y a su esposa. Pero la casa de calle Real se convirtió en jaula dorada para la ratita que quería ver mundo.

Más cercana a lo real que a la ficción, “trabajó” en los principales prostíbulos madrileños

Y se fugó con un saltimbanqui ambulante, aunque pronto la policía la devolvió a Almería dada su minoría de edad. El segundo intento, ya convertida en un pimpollo refulgente, la llevó definitivamente a la capital matritense. Lo que sigue en la novela es la ya adelantada carrera de “pilingui” postinera. Sin embargo, raro era el otoño que no regresaba a pasar unos días con los asilados en el Hospital y a entregar a las sores los beneficios de un rentable rebaño de cabras que cuidaba un pastor en Mojácar.

Lola, espejo oscuro, asesinato Lola, espejo oscuro, asesinato

Lola, espejo oscuro, asesinato / D.A. (ALMERIA)

Tras el epílogo con moralina se hace la luz. He indagado en archivos y, aunque no puedo extenderme en detalles al tratarse de información sensible y protegida, debo afirmar que las pretendidas páginas autobiográficas de las que se nutrió el autor fueron pura ficción. Lola, espejo oscuro o Mª Dolores Vélez (que así fue bautizada) no existió en la vida real. Se trataba de un oportunista ejercicio literario.

JUSTIFICADAS DUDAS ¿O sí existió? Y si acaso el equivocado, por precipitación, fui yo? Las reflexiones vertidas por José Luis Ruz en su citado artículo del pasado febrero me mueven a unas dudas más que justificadas:… He querido creer que alguna vez en el barrio compartido, calles Real y Eduardo Pérez… Jesús se cruzó con su belleza y desde entonces se conocieron…

El mismo Jesús me contó quién era la Lola real, cuál era su origen distinto y escondido tras el nombre, Lola, y el apellido, Vélez, y cuál fue su recorrido vital…

Es decir, su suegro conocía las claves del caso. Sabía quién era ella y los protagonistas de la pre y posguerra incivil. Ahora bien, si el fundador del Movimiento Indaliano no tuvo a bien darlos a la publicidad –por las razones que fuesen, en las que ni entro ni salgo-, no seré yo quien lo haga… Aunque lo supiese. Pero sí he de agradecer a José Luis sus elegantes palabras hacia mi labor investigadora en cuanto a la historia provincial.

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