Sociedad

La cola del hambre no deja de crecer con más de 160 personas sin recursos

  • El número de usuarios se ha duplicado desde antes de la pandemia

  • Hijas de la Caridad preparan más de 5.000 menús al mes para poder dar de comer a cientos de personas que recurren a este servicio a diario

La cola del hambre.

La cola del hambre. / Rafael González

Personas que perdieron su puesto de trabajo en plena pandemia por el Covid-19, otras que nunca llegaron a tener ese empleo, algunas que viven atrapadas por el alcohol, la cocaína e incluso la heroína, inmigrantes que llegan en busca de una vida mejor, que no resulta facil de encontrar, en los tiempos que corren. La cola del hambre del Comedor de la Milagrosa no deja de crecer.

Más de 160 personas aguardan su turno en la fila de la calle Alcalde Muñoz para poder comer un plato de comida. Hombres de más de 50 años y en su mayoría españoles que viven una situación de pobreza ‘crónica’, que llevan años haciendo esa cola día a día sin otro remedio posible. “No tienen ni para pagar los suministros básicos”, asegura sor Mª Ángeles Cárdenas, directora del Comedor Social La Milagrosa de las Hijas de la Caridad en la capital almeriense quien añade que la previsión no es nada halagüeña. 

“Antes de la pandemia venían una media de 80 personas a diario, el año pasado el número de usuarios ascendía a alrededor de 115, con días que llegaban a los 150. Una cifra que hoy ya alcanza las 160 personas”. Para todos ellos las Hijas de la Caridad preparan cada día una ensalada, un plato de comida caliente, pan, postre, agua o zumo envasado.

“Almería es una ciudad muy solidaria”

A las 07:30 de la mañana arrancan los fogones sobre los que cada mes se guisan más de 5.000 platos de comida. “Además de los que preparamos entre semana, cuando vienen el viernes les damos para el sábado y para el domingo”. Para el fin de semana preparamos comida en frío y se llevan latas de conservas, pan de molde, y cosas que no necesiten conservación especial, porque hay que tener en cuenta que muchos de los usuarios no tienen un hogar, ni un techo en el que vivir”.

La cocina de La Milagrosa enciende las luces poco antes de las siete y media de la mañana, cuando llegan sus trabajadores que se afanan desde primera hora en todos los preparativos.

Zona de ensaladas con todos sus ingredientes, de comida caliente, de postres, una hermana que se dedica a preparar minuciosamente chuchara, tenedor y chuchillo envueltos en su servilleta. Otras envasan la comida, algunas de ellas las preparan en sus bolsas. Hay días que gracias a la solidaridad de empresas colaboradoras como Mercadona, pueden acompañar con alguna magdalena, o algún otro dulce. “Almería es una ciudad muy solidaria”, señala sor MªÁngeles.

"Hay gente que nos toca a la puerta para darnos a veces 10 euros, lo que buenamente pueden”

"Mercadona nos dona muchos alimentos, Biosabor nos trae tomates, el Banco de Alimentos, muchos colegios profesionales colaboran con nosotros, centros como las Jesuitinas y la Compañía de María, el Ayuntamiento, la Diputación de Almería, la Junta... Gente que nos toca a la puerta para darnos a veces 10 euros, lo que buenamente pueden”. “Sin duda sin esta solidaridad no podríamos hacer lo que hacemos”. “Y necesitaríamos más porque cada vez son más personas las que nos necesitan para poder comer, y cada vez son más gastos los que tenemos”.

La directora del Comedor Social recuerda que antes abrían el comedor a las 12:30 y allí en un par de turnos dábamos de comer.

Ahora el tener que hacer con todo envasado y preparado nos ha incrementado los costes de manera exponencial. Bandejas para frío, para caliente, cubiertos de plástico, agua embotellada, tetrabrik de batidos, zumos o leche...

“Como sociedad nos debería de dar vergüenza tener estas colas de gente pidiendo comida”

La directora del Comedor Social La Milagrosa de las Hijas de la Caridad, sor Mª Ángeles Cárdenas, es fiel testigo de la situación personal por la que atraviesan las cientos de personas que a diario llegan a este centro. “Como sociedad nos debería de dar vergüenza tener estas colas de gente pidiendo comida”.

“Gente en una situación sostenida en el tiempo en la que no tienen ni para pagar la luz o el agua. Jóvenes que se han quedado sin trabajo y han tenido que estar viniendo a por un plato de comida. Personas que tenían una vida normal y que de repente se han quedado sin nada”. “No es justo ver a las personas así. Y por más que vengan no podemos negarles un plato de comida a nadie. Es que no somos capaces si nos piden de no dárselo”.

Un servicio de atención social para informar y orientar

Además del servicio de comedor, Hijas de la Caridad cuenta con un servicio de Atención Social trasversal realizado por profesionales de trabajo social basado en la acogida, información, orientación, derivación, y promoción personal. Catalina Blesa, trabajadora social prepara cada día la mampara en la ventana del comedor que abre mientras más de un centenar de personas recogen sus menús.

Hasta ella llegan nuevos usuarios y otros muchos que ya forman parte de esta gran familia. A aquellas personas que llegan por primera vez les hacemos una primera entrevista y a partir de ahí un diagnóstico y valoración a través del estudio de su situación socioeconómica, sanitaria, jurídica, laboral…Le solicitamos la documentación correspondiente y les informamos y orientamos sobre las alternativas posibles y el itinerario de intervención.

Les hacemos seguimiento y acompañamiento. “Hemos conseguido sacar a muchas mujeres de la calle, de la prostitución a la que muchas veces recurren por no tener un techo bajo el que dormir. Vemos casos de muchos Ex MENA que no pueden trabajar y se ven abocados a muchas cosas. Salen con 18 años sin nada”

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