OPINIÓN | Luces y Razones

El decaído mérito de la singularidad

El decaído mérito de la singularidad

El decaído mérito de la singularidad / Juan Antonio Muñoz Muñoz (Almería)

Cipriano Algor es el alfarero que, junto a su yerno Marcial Gacho, protagoniza La caverna, novela con la que José Saramago confronta los modos y maneras de la artesanal manufactura, hecha para el cercano comercio de talleres o tiendas particulares, donde acuden quienes gustan de esas creaciones únicas, con la agigantada producción que abastece el mercado de las grandes superficies comerciales, repletas de consumidores dispuestos para las abigarradas compras a fin de avituallar las despensas domésticas.

De manera que se extinguen formas y hábitos propios de las cadencias y demandas de una vida no regida por los inaplazables apremios y los estrechos protocolos de las grandes producciones. Cuando la impronta personal, que adorna o da sentido al acto de crear —más valioso que el de producir—, se desdibuja y desaparece en el impersonal o anónimo ciclo a destajo de la superproducción.

Estos alfareros, sin embargo, mantienen la añosa entidad del oficio artístico, dados a las demandas al por menor, en la serena resistencia de un sencillo taller donde el barro se hace figuras con el creador acto de las manos. Subsisten y son correspondidos por quienes aprecian el decaído mérito de la singularidad.

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