Cuenta y razón

Por la puerta falsa

  • ICONOGRAFÍA ALMERIENSE. El autor se remonta años atrás en la historia de la provincia para, haciendo una retrospectiva de la antigua Almería, analizar debates actuales

Por la puerta falsa

Por la puerta falsa / D.A. (Almería)

He visto en las redes el atractivo catálogo con el que el Museo de Arte de Almería perpetua su exposición de 2017 dedicada al grabado de tema almeriense en el siglo XIX.

En su ojeo virtual me he encontrado con un viejo conocido, al que hacía años alejado de la ciudad: un grabado atribuido a Almería al que por suplantación de identidad tuve que denunciar en prensa hace ya treinta años. Con nulo éxito, a juzgar por el trato de privilegio que recibe de aquellos que ni como ejemplo de lo que no se debe de hacer deberían haberlo expuesto ni publicado.

Se trata de una obra de 1837 que representa la portada de una fortaleza a cuyo cobijo buye la vida. Una vista placentera hasta que con la lectura del título: Puerta del Mar de Almería, surgió la duda y las ganas de aclararla.

La sola comparación de la Puerta de Almería de los planos antiguos de la ciudad con la Puerta de Mar del grabado, dejó clara la falta de correspondencia entre sus plantas: la puerta de los planos no quebraba la línea de muralla, que es lo que hubiera ocurrido de haber estado allí la puerta del grabado. A esto, que hubiera bastado para desenmascarar el fraude, hay que añadir que la muralla fue demolida al poco y con ella, su puerta del Mar, sencilla y modesta que, por supuesto, no era la del grabado pues de haberlo sido, su demolición hubiera originado un escandalazo cuyo eco documental habría llegado a nuestros días, al tratarse de un monumento superior a las torres del Quart y de Serra­no de Valencia.

Lo que el grabado representa es la Puerta del Sol toledana, en versión libre del autor

Una puerta que de existir -que ya es fabular- pasó desapercibida a los ojos ávidos de monumentos de tantos románticos venidos a curiosear por Almería, como el francés Chapuy, autor en 1840 de dos vistas de la ciudad, por cierto figurantes, estas sí y con pleno derecho, en el catálogo del Museo almeriense.

Genaro Pérez Villaamil Genaro Pérez Villaamil

Genaro Pérez Villaamil / D.A. (Almería)

Ni la vió Chapuy ni la vió Parcerisa ni la vió nadie pues, sin ojos de mago, es imposible ver una puerta como la del grabado a la que el mar almeriense le había concedido el don de la transparencia. Harto de anonimato, aque­l monumento voló un día y se fue a posar y hacer visible ante los ojos mágicos del pintor Genaro Pérez Villaamil, en un encuentro acaecido nada menos que a 363 km de Almería y a 500 metros sobre el nivel de su mar, es decir: a los mismos pies de la ciudad de Toledo.

Y es que lo que el grabado repre­senta es la Puerta del Sol toledana, en ver­sión libre del autor quien -con el interés que después veremos- se llevó el mar y sus gentes a la ciudad del Tajo y, como buen romántico, añadió al monumento grandiosidad y un cuerpo nuevo, el señalado con un X en la ilustración. Sin estos cambios la puerta es igual a la original toledana y a su entorno, pues la torre velada del segundo plano, es la puerta de los Alarcones.

El original de la lito­grafía, fue un cuadro presentado por Villaamil a la Exposición de la Academia de Nobles Artes de Madrid el año 1838 y al que tituló "Fragmento interesante de fortificación árabe y estaba tomado, con algunas modificaciones (...) al natural de la Puerta del Sol de Toledo; el pintor animó el trabajo con varios faluchos, tartanas y otros géneros de barcos del Medi­terráneo así como las figuras de los pescado­res marineros y gentes de campo (...) para -decía el cronista- dar una idea de carácter distintivo del aspecto y trajes de los naturales (...) del medio día de la España".

En 1842 Alberto Mauser, co­mienza a publicar en París la obra cumbre de Villaamil: La España Artística y Mo­numental. Cuando en 1850 se dió fin al trabajo se había logrado una de las mejores colecciones de monu­mentos del país. Para portada el pintor había creado la puerta que nos ocupa, una reali­dad fantaseada para no representar nada concreto y poder así destinarla a neutral portada de su álbum.

Aquel monumento se fue a posar ante los ojos mágicos del pintor Genaro Pérez Villaamil

En los años sesenta un listo -de los que creen que los demàs nos creemos que los pájaros maman- endosó la obra a Almería, sin permiso de su autor ni de la historia. Eran los tiempos de la Almería de las falsas atribuciones y como el grabado halagaba al almeriense por su bondad, prosperó y así lo que comenzó siendo una mentirijilla ha ido creciendo y hoy es casi mentira plena gracias a gestos como el del Museo, que expone y publica la obra como tema de Almería y, aunque aclara su condición, la mantiene viva, la difunde y avala ante el almeriense desprevenido, propenso a dar por suyo este grabado.

Un grabado que no necesita como obra de arte aval alguno. Ya se defiende, y cómo, con su calidad.

¿Qué hubiera sido bonito que la bella puerta la hubieran hecho para remate de la calle Real? Pues claro que sí. ¿Que Almería se la merecía? Por supuesto. ¿Qué no lo hicieron? También…

Pero ya es hora de devolver el grabado a Toledo, de aceptar nuestra dimensión, de olvidar aquello tan consolador de que "cuando Almería era Almería, Granada era su alquería" y de disfrutar de lo nuestro, sin lamentarnos por lo que nos negó la historia. Almería "e lo que e" y entre lo mucho "que e", es ser incapaz de recibir a nadie por la puerta falsa.

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