Palacio Estilistas | Crítica

Vuelve el cine 'petardo'

Una imagen del filme de Moisés Martín.

Una imagen del filme de Moisés Martín.

En sus modos cabareteros, chabacanos, transformistas y escenográficos, Palacio Estilistas parece querer recuperar el espíritu petardo y camp de aquellas comedias post-almodovarianas de los 90 y primeros 2000 de los Albacete, Menkes, Sabroso, Ayuso y compañía.

El salón de peluquería que le da nombre funciona como colorido escenario multiusos para un enredo sin pies ni cabeza que cifra su escaso potencial cómico en un puñado de personajes estrafalarios y desesperados que, con Goya Toledo al frente como cineasta frustrada, van y vienen urdiendo sus planes en la sombra en la jornada de celebración de una boda que oculta tramas de corrupción y delito ecológico y revelaciones de maternidad y adopción propias de un culebrón venezolano.

Nada funciona ni divierte en este enredo esclerotizado y falsamente nostálgico que quiere jugar las bazas del género y el exceso con una Lolita deslenguada y la presencia de actores que, como Carlos Hipólito, uno creía que no se prestaban ya a las mamarrachadas.