Breviario del viejo corredor | Crítica

Correr no es de cobardes

  • Intenso y lúcido ensayo sobre la similitud entre correr y dibujar

Lluís Alabern (Barcelona, 1968).

Lluís Alabern (Barcelona, 1968). / D. S.

Los gandules más humorados nos recuerdan siempre que correr es de cobardes. Todos tenemos el derecho a ser humanamente cobardes. Pero correr no es de miedicas ni pusilánimes si uno lo hace en plenitud, atravesando paisajes, adentrándose uno en el vacío, prestando atención al entorno y no tanto al suelo ni a los pies. Claro que el llamado mundo runner ha estallado como una industria del ocio desde hace años, mezcla de superación, monomanía y psicoterapia (sobre todo en quien se adentra en la fronda de los cuarenta para arriba). Pero un corredor de vieja estirpe como Lluís Alabern (Barcelona, 1968), artista y actual museógrafo del Museo Nacional d’Art de Catalunya, nos recuerda la enseñanza del Tao: "El buen corredor no deja huellas". A ello se ha aplicado en sus carreras por el arcádico entorno del Montseny, ya sea en verano, bajo la lluvia purificadora o junto a las níveas pelladas de lo blanco que señalan sus cumbres en el invierno.

Lo peculiar de Breviario del viejo corredor reside en la similitud que el autor aplica al correr y a la práctica del dibujo, dos de las actividades que con los años han sido nucleares en su vida. Escribe Alabern que para un dibujante correr es una manera de ser un pintor pleinairista. La pintura del plein aire que se ejercita en plena naturaleza equivale en gran parte a correr por ese mismo paisaje, del que uno, mientras trota, está atento a sus matices, a sus arcanos, sin que importe siquiera el riesgo de una caída. "Cuando corro o dibujo soy ligero, soy leve. Frente a una vida que se petrifica, ante la posibilidad de un arte grave, nos queda quitar peso. Evitar que lo pesado nos aplaste. Surfear más que dejarse zarandear por el oleaje". Al correr habría que diferenciar entre perder peso y volverse uno ligero.

Del célebre griego de Maratón a Zatopek (lean Correr de Jean Echenoz) y a Murakami, correr trasciende toda tracción motora y se convierte las más de las veces en un ejercicio introspectivo, donde las células, alborotadas y jubilosas, nos muestran el paisaje interior, lo que somos. Incluso los no muy fans de Murakami podrían suscribir lo que sugiere el sempiterno candidato al Nobel de Literatura. "Mientras corro, simplemente corro. Como norma corro en medio del vacío. Dicho a la inversa, tal vez cabría decir que corro para alcanzar el vacío".

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