Franco Battiato | Crítica

Sí, otra vez: ¡Viva Franco!

  • Aldo Nove publicó en clave personal esta biografía de Franco Battiato un año antes de la muerte del genial artista siciliano

Franco Battiato, en un concierto en Málaga en 2017.

Franco Battiato, en un concierto en Málaga en 2017. / Javier Albiñana

Franco nació en Sicilia en 1945, como él mismo refiere al inicio de su canción Strani giorni ("In 1945 llegué a este planeta…"). Nos dejó en la inmediata pospandemia, en mayo de 2021, víctima de un mieloma múltiple. El Etna rugía, una vez más, sobre Villa Grazia, su casa de aire burgués situada en Milo, a los pies del volcán, que hacía la vez de morada y estudio de composición (albergaba una capilla), a la que dedicó parte de su canción Giubbe rosse (la vemos en muchos de sus videoclips) y donde vivió recluido en sus últimos años. Aldo Nove, poeta y escritor italiano, viene a hacer en su libro lo que Eduardo Laporte hizo de modo parecido en el suyo (En presencia de Battiato, reseñado en su día en estas páginas). Se traza la biografía de Battiato, pero Nove la enlaza con medido tono con sus propias memorias, como seguidor del heterodoxo y genial artista.

Portada del libro. Portada del libro.

Portada del libro. / D. S.

Músico inagotable, Battiato fue también pintor (su alter ego era Süphan Barzani), cineasta y documentalista (Atravesando el bardo, Auguri Don Gesualdo, sobre el escritor Gesualdo Bufalino), compositor de ópera y editor (el sello L’Ottava). En sus inicios, obligado por la canción ligera, se inmergió luego en la experimentación autodidacta (Fetus, pieza maestra). Fue pionero en el uso del sintetizador VCS3 (en Londres sólo hicieron uso de él Battiato y Pink Floyd). De ahí irá girando hacia el rock progresivo. Las letras de sus canciones son una summa de esoterismo, religión y mantra de la conciencia. Estudió la música de Stockhausen, creyó en la reencarnación, se introdujo en el Cuarto Camino metafísico del armenio Gurdjieff, escribió canciones con su amigo el filósofo nihilista Manlio Sgalambro (de ahí el fruto de L’imboscata y la canción La cura, considerada una de las más bellas canciones italianas de todos los tiempos). Antes, La voce del padrone (1981) ya había marcado un antes y un después en su carrera. Quedaron ya atrás los oscuros años. Adiós Milán y Nueva York. Battiato fue indescifrable, enigmáticamente superficial y profundo hasta la última víscera. Cantaba lo mismo para la EMI que para Eurovisión y San Remo. Dio conciertos en el Bagdad prohibido de Sadam Husein (inolvidable su L’ombra’ de la luce cantado-rezado en árabe) y llenó auditorios mezclando mística, pop, música sinfónica y estribillos populares. Fue único.

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