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Ciclogénesis explosiva en el Mediterráneo

  • La permanencia fue el fiel reflejo de la temporada: gallardía ante las adversidades Como en el ascenso, la marea rojiblanca inunda el césped

El fútbol volvió a dejar muy claro ayer que las estadísticas no sirven absolutamente para nada. Las mismas que afirmaban que el Almería era el principal candidato para descender al principio de temporada, marcaban ayer a las 17:59 a los rojiblancos como el que más fácil lo tenían para asegurar su permanencia en la máxima categoría. Pero ni las unas ni las otras tenían una base sólida, sencillamente eran números que quedaron en agua de borrajas.

El Almería no ha descendido porque ha creído, porque sus jugadores franquicia han sabido transmitir a la plantilla el carácter necesario para combatir con equipos más potentes económicamente y porque el vestuario ha sido una piña y no ha dejado que nadie se despistara. Si algo ha llamado poderosamente la atención en el resto de España ha sido el abrazo enorme en el que se fundía todo el equipo con su míster, que seguía siendo un compañero más pese a la jerarquía, cada vez que ganaba un partido.

El mal comienzo, las críticas constructivas o los pitos de la grada han forjado el espíritu de un equipo que se ha crecido siempre que se ha visto con el agua al cuello. Esa fortaleza que se fue generando en el espíritu de una plantilla sin experiencia en Primera provocó que ayer, cuando todo parecía adverso, el Almería mantuviera la calma y la categoría.

Malas noticias. Excepto la derrota del Almería, todos los demás resultados se iban dando conforme avanzaban los minutos en la primera parte. Gol y avalancha en El Sadar, 0-1 también para el Getafe en Vallecas y, después de un palo del Valladolid, el Granada también se adelantaba en el marcador. La tensión se podía cortar con la respiración, el silencio ya le transmitía a los jugadores que las cosas no iban bien en el resto del campo. Sin embargo, el gol del Betis se cantó como uno propio. Ahí Almería sintió que ya no se le escapaba.

Indeseable parón. Casi 45 minutos de parón, con los nervios a flor de piel. En ese momento, un gol más de Osasuna y uno del Athletic mandaban al Almería a Segunda. Pero el equipo mantuvo la compostura, se aisló, comió fruta que supo a bendición y los mensajes de ánimo de unos a otros sirvieron para apaciguar la tensión y pasar el mal trago.

El campo se inunda. Como el día del ascenso, como tras el 3-2 al Betis, la afición no fue una marea, fue una ciclogénesis explosiva, una gigantesca ola mediterránea.

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