Almería - Elche · la crónica

Se busca zaga que defienda, razón aquí (2-3)

  • La etapa de transición de Rivera toca a su fin tras otro estropicio atrás más propio de un equipo aficionado. El presidente está detrás de un técnico con experiencia en Europa, pero lo que necesita el Almería es amor propio.

Para que esta crónica explicara con cierto sentido lo que ocurrió ayer en el Mediterráneo, sería necesaria que la escribieran los propios futbolistas y reflexionasen acerca de lo que se les pasaba por la cabeza en cada minuto del encuentro. Pero claro, luego en las ruedas de prensa todo son tópicos y frases hechas que no aclaran nada, como Baraja que es el enésimo entrenador que dice que el Almería "es un equipo temible" o cualquiera de los jugadores rojiblancos que asegura que "hay que levantarse ya". Quizás el único que aportó algo nuevo fue Miguel Rivera que tildó de inexplicable lo que le sucedió a su conjunto ayer. 

Cuando es la razón la que impera en la vida, el anásilis se torna sencillo y las soluciones se encuentran con cierto comodidad. Sin embargo, cuando todo es un despropósito, cuando no hay un patrón que explique los males de un equipo, las suposiciones sólo conducen a empeorar las cosas. La etapa de Miguel Rivera como técnico provisional acabó ayer, puesto que legislativamente no puede volver a sentarse en el banquillo con contrato en el filial. Si bien Sergi no puso de su parte para reflotar la nave, el malagueño ha hecho lo que ha podido en dos jornadas. Ha establecido un orden inexistente hasta el momento y ha exigido una disciplina que hizo mejorar al Almería en Gerona y en la primera parte de ayer. Pero claro, uno confía en que un futbolista profesional haga bien su trabajo y trate de minimizar los errores. Cuando el cáncer almeriense viste de rojiblanco, ya puede fichar Alfonso García un senado con los mejores entrenadores del mundo que esto no sale adelante. ¿Recuerdan al Atlético de Madrid Jimmy Floyd Hasselbaink? Quizás sea el mejor ejemplo que poner. No sólo por la coincidencia de colores, sino por la semejanza de plantillas y de sensaciones. 

Venga quien venga, lo primero que hay que hacer es tener una charla muy seria con todos los jugadores, principalmente con los defensas. Es imposible vencer un partido encajando siempre, lanzándose piedras contra su propio tejado. Por desgracia, la zaga rojiblanca es el mejor asistente que tienen las delanteras visitantes. Es cierta la copla de que el sistema defensivo lo forman todos y cada uno de los jugadores del equipo, entre otras cosas porque ahora que quema el balón, los centrales están tomando una responsabilidad que no deben como es la de sacar el juego jugado desde atrás. Sin embargo, al César lo que es del César. La primera piedra que debe poner cualquier conjunto es la de la seguridad. Pérdida tras pérdida, remate rival tras remate rival, gol en contra tras gol en contra, es humano temblar y venirse abajo. Tantas facilidades desmotivan a cualquiera, cualquier golpe se convierte en un azote para el que no hay solución casera. 

Es fácil escribir horas después del partido y asegurar que a Miguel Rivera le pedía el cuerpo confiar en su gente, como eran Marín en el lateral y José Ángel en el centro de la defensa. Quizás no es comparable el partido de Copa, puesto que lo del Nastic fue más un bolo veraniego que un partido oficial, pero lo cierto es que se ganó. El Elche, sin hacer del otro mundo, aprovechándose sólo de los regalos rojiblancos, puso en evidencia a la alineación políticamente correcta que sacó el técnico del filial. Si bien es cierto que hasta el 1-0 el Almería dio una imagen que gustó, en cuanto los de Baraja dieron un pase al frente se encontraron con un castillo de naipes al que no hizo falta ni soplarle. 

Quique, el único que dispara, el único que es capaz de coger el balón y proponer, hizo pensar que los rojiblancos iban a sacar la cara. Pero pronto se la partieron. Con 1-0, el encuentro se ponía apetecible para buscar una contra ante un timorato Elche, que también temblaba. A diferencia de los rojiblancos, los ilicitanos tienen alma y creen en sí mismos. Otra pérdida de Fran Vélez al sacar el balón, facilitada también por un Montoro que se lo cedió en vez de ser él quien lo llevara hacia el área rival, acabó en una falta lateral. Ni una, pero ni una lanzó el Almería en condiciones. Por contra, Alex la puso al corazón del área y Álvaro remató más solo que la una. Como lo hizo Armando en la segunda parte para sentenciar el choque. Como siempre, como cada pelota parada, fue gol. Un 1-1 que destrozó mentalmente al equipo y que hizo que los de Rivera perdieran totalmente el rumbo. 

La segunda parte merece que un psicoanalista se la ponga en vídeo a los jugadores y les explique qué pasa. El segundo gol se ve a menudo en los campos de Preferente, es típico del exceso de confianza. ¿Confianza de la defensa o del portero? Mediocridad. Sergio León, como cada uno de los ocho mil setecientos treinta y cuatro aficionados que había en el estadio, sabía que si presionaba iba a haber follón. Y lo hubo. Ahí se acabó el partido, el Almería explotó como un cristal en un alunizaje. Lo peor es que el equipo no parece estar asegurado.

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