la consulta del especialista

¿Por qué soy médico?

  • Hacemos la montaña de la enfermedad menos alta

La verdad es desde que yo recuerdo, siempre quise ser médico. No sé muy bien el motivo, pero sí que, al tener esta vocación tan temprana, una de mis abuelas con un problema crónico de circulación que le impedía caminar, me decía: "cuando te hagas médico, prométeme que me curarás mis piernas", desde luego que sí abuela. Lamentablemente yo tenía 10 años y ella 80, por lo que la biología no me dejó cumplir mi promesa. Ella falleció antes de que yo pudiera ayudarle. Cuando terminé el colegio tuve alguna duda acerca de si medicina sería el destino correcto. La tasa de paro entre los médicos a finales de los 80 era alarmantemente alta y muchos de mis amigos de clase decidieron cambiar la medicina por la Odontología, huyendo de los malos augurios. La otra duda se encargó de sembrarla una prima que ya se encontraba estudiando medicina. Creo que todo el mundo tiene un familiar así, de esos que te dicen: "con lo que me está costando a mi aprobar la carrera, imagínate a ti, imposible. Mejor elige otra carrera más acorde a tus capacidades". No soy una persona inteligente pero sí trabajadora, y no tuve ningún problema en sacar buenas notas y en alcanzar sobradamente la calificación que se requería para cursar medicina en Granada. Se me ocurrió Veterinaria e incluso estuve admitido en Córdoba, pero después de pensarlo bien, yo siempre quise ser médico, y marqué la casilla de Medicina. Es la mejor decisión que he tomado en mi vida. Hoy día doy gracias a esa prima porque gracias a ella aprendí a creer en mi y en mis posibilidades. Gracias Marina, te debo una.

En mi opinión, uno debe ser bendecido con el don de la vocación. Si uno no la tiene, mejor que se dedique a otra cosa pero no a ser médico. Un médico puede ser un auténtico crack colocando ligamentos cruzados o quitando apéndices con los ojos cerrados, pero luego ser un témpano a la hora de ponerse en el lugar de la persona a la que has operado. Para mi eso no es vocación. Eso es ser un buen cirujano pero un mal médico. Los médicos deben ser personas cuyo trabajo es aliviar el dolor y el sufrimiento de los demás, intentando ponerse en la piel de la persona que tienen delante. Cuando digo médicos, también incluyo a todo el colectivo sanitario, en este caso el médico es el vértice de la pirámide pero tan importante es una sonrisa de la enfermera de planta, como una palabra de ánimo de los auxiliares, un chiste del celador o un palabra de consuelo del fisioterapeuta mientras manipula al enfermo.

"Los pacientes tienen nombres. Acuden a nosotros porque se encuentran mal. Están asustados. Ponen su vida en nuestras manos porque quieren ponerse bien y recuperarse de la pesadilla que supone la enfermedad" -es lo que le decía un médico a sus alumnos de la facultad de Medicina de una película de culto para todo estudiante de ciencias relacionadas con la salud.

A veces, los médicos entre tanta presión de trabajo, cansancio o problemas personales no nos damos cuenta y bajamos la guardia, dejando de atender como se merece al enfermo que uno tiene delante y también nos equivocamos. Uno siempre intenta tomar las mejores decisiones, pero a veces, los resultados no se corresponde con lo que uno espera, y entonces se sufre y mucho. Es cuando uno se pregunta una y mil veces qué ha podido pasar, repasando mentalmente todo lo que se ha hecho, donde ha podido estar el error y cómo solucionarlo. Pero no quita que la situación pase factura en lo personal, en forma de noches sin dormir, silencios prolongados y pensamiento ausente.

Los pacientes y sus familiares se encuentran en una situación tremendamente vulnerable, indefensos. Tienen miedo al dolor que le podamos causar, incertidumbre por el resultado de la operación a la que se van a someter, dudas e interrogantes que a veces no se atreven a preguntar por miedo a una mala contestación o a poner en contra a ese Mesías que nos debe devolver la salud.

Un buen médico, un buen sanitario es aquella persona que siente el dolor y sufrimiento ajeno como propio. El que toca y llama a un paciente por su nombre. El que atiende con paciencia las dudas y los miedos que se le puedan plantear y sobre todo, el que escucha y comprende las demandas de los pacientes cuando surgen complicaciones o los resultados no son los esperados.

En este sentido, la crisis económica que estamos padeciendo ha hecho mucho daño. Algunos profesionales se sienten desmotivados al ser obligados a convertirse casi en gerentes en lugar de médicos. Cada receta se mira con lupa, la calidad de los implantes a poner ha disminuido de forma drástica y el trato y la atención al paciente se ha visto resentida. Todo ello amparado por una administración autonómica que presiona a los profesionales en los círculos internos, incentivando y premiando a aquellos médicos que sean cicateros con la receta pero que pone una cara completamente distinta cuando habla para la opinión pública. En mi humilde opinión no es la medicina para lo que yo estudié 6 años en la Facultad de Granada y luego mis 5 años de especialidad donde aprendí el oficio de ser Traumatólogo. Soy médico para curar no para que me digan qué y cómo debo recetar lo que otros han decidido por mi. Eso no debería pasar.

Los pacientes son los que nos hacen mejores médicos y somos nosotros los que con nuestras palabras y actos podemos hacer que la montaña que supone la enfermedad sea menos alta, que la luz al final del túnel se vea más cerca y sobre todo que se sientan protegidos, no vulnerables e indefensos.

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