JFK 1963-2013

Kennedy, ¿un mal presidente?

  • El temple de JFK para resolver la Crisis de los Misiles contrastó con decisiones estratégicamente equivocadas.

De entre los muchos libros publicados por el 50 aniversario del asesinato del presidente estadounidense John F. Kennedy, el 22 de noviembre, uno de los más originales se titula If Kennedy lived, algo así como "Si Kennedy hubiera sobrevivido".

En él, su autor, el periodista Jeff Greenfield, presenta un escenario bastante emocionante: Estados Unidos se habría ahorrado el trauma de la Guerra de Vietnam, la Guerra Fría habría acabado mucho antes. En breve: la historia del siglo XX habría sido más positiva.

El caso es que también académicos más serios apoyan la tesis de Greenfield. "No cabe duda de que el asesinato (de Kennedy) cambió la historia estadounidense", zanja el historiador Allan Lichtman, de la American University. "Hoy en día hay numerosos indicios de que Kennedy quería replantearse seriamente la implicación estadounidense en Vietnam".

Kennedy, el brillante hombre joven que cargaba sobre sus hombros la esperanza de toda una generación y que fue elegido en noviembre de 1960 para ocupar la Casa Blanca cuando sólo tenía 43 años, acabó siendo un proyecto "inacabado". Sólo llevaba 1.036 días de gobierno cuando las balas acabaron con su vida en Dallas.

El mito Kennedy, la fascinación del héroe nacional, conocido por sus siglas JFK, se debe sobre todo a su muerte prematura y trágica, así como al optimismo y la confianza que logró despertar durante su breve mandato entre los estadounidenses.

Al lado de ello, su herencia política, aquello que este demócrata logró realmente durante su mandato, es algo casi secundario.

El Estados Unidos de Kennedy era todavía "la tierra de las posibilidades ilimitadas", la fe en el sueño americano no se había quebrado aún. Nada parecía imposible. Apenas unos meses después de llegar a la Casa Blanca, Kennedy incluso anunció con audacia su objetivo de mandar antes del fin de la década una misión a la Luna.

Para millones de jóvenes estadounidenses, Kennedy se convirtió en el símbolo vivo de una América joven, resplandeciente y llena de confianza en un futuro brillante. Son esas imágenes las que perduran, y sus discursos siguen resonando hoy en día, sin perder su brillo pese a las vergonzosas revelaciones y correcciones históricas realizadas posteriormente.

Ahí está la imagen de ese hombre tan atlético y de apariencia fuerte cuando, en realidad, padeció durante buena parte de su vida graves enfermedades y que debía portar un corsé para paliar sus fuertes dolores de espalda.

O la imagen del esposo y padre de familia feliz junto a su bella y elegante esposa Jackie Kennedy, así como la foto del presidente en el Despacho Oval mientras su hijo pequeño John juega bajo la mesa. El hecho de que se acabara descubriendo que ese JFK era en realidad un mujeriego apenas logró dañar su imagen pese a lo puritano que era Estados Unidos en esa época.

Famosa es la imagen del presidente en el verano de 1963 en su gira por Alemania, donde con su frase "Ich bin ein Berliner", soy un berlinés, provocó una oleada de entusiasmo. ¿Quién se acuerda hoy aún de la decepción en ese mismo Berlín cuando, dos años antes, Kennedy había permitido que se erigiera el muro sin hacer nada en contra?

Y por supuesto ahí están las imágenes –televisadas en directo– de su muerte, cuando es alcanzado por las balas y se desploma en su limusina descapotable negra. Aun hoy se multiplican las teorías conspirativas. ¿Por qué fue asesinado a su vez su presunto asesino, Lee Harvey Oswald, poco después de cometer el magnicidio? ¿Se pretendía quizás ocultar un complot?

"Creo que, según todos los estándares objetivos, no se le puede calificar como un gran presidente", opina el historiador Stephen Hess, del laboratorio de ideas de Washington Brookings Institution. "Y creo que sería muy difícil también calificarlo como un buen presidente", apostilla.

Su análisis: en materia de derechos civiles y la lucha contra la opresión de la población negra JFK, el presidente demócrata –y el primer católico en llegar a la Casa Blanca– hizo como mucho un esfuerzo a medias. Tan sólo en junio de 1963 presentó un proyecto de ley amplio contra la segregación racial ante el Congreso. Pero sería su sucesor, Lyndon B. Johnson, el que finalmente acabó defendiéndolo y logró su aprobación.

Sobre todo el primer año de mandato de Kennedy, quien según muchos expertos jamás habría llegado a ser presidente sin la masiva ayuda financiera de su rico y ambicioso padre, está considerado un desastre. Entre los fracasos más estrepitosos: la malograda invasión a Cuba de Bahía Cochinos en abril de 1961.

Y apenas dos meses más tarde, se producía la segunda metedura de pata: en un momento álgido de la Guerra Fría, Kennedy se reúne con el líder soviético Nikita Jrushchov en Ginebra, donde deja una imagen de contrincante débil e inexperimentado. Las consecuencias serán graves: dos meses después, comienza la construcción del Muro de Berlín. En aquellos momentos resultaba impensable una humillación mayor para la potencia mundial que era Estados Unidos.

También en su primer año de mandato Kennedy envió a varios cientos de asesores militares a Vietnam, iniciando el lento involucramiento de Estados Unidos en una de las aventuras militares más sombrías de su historia, en la que más de 50.000 estadounidenses acabarían perdiendo la vida.

Para el historiador Hess, ni siquiera la actuación de Kennedy durante la Crisis de los Misiles del otoño boreal de 1962 en Cuba se libra de las críticas. El mundo contuvo el aliento, temeroso de estar al borde de una guerra atómica, hasta que en el último minuto la URSS –tras un mensaje privado de Kennedy a Jrushchov– aceptó retirar sus misiles de Cuba a cambio de la promesa de Washington de no invadir la isla.

Kennedy "hizo un trabajo excelente en ese momento", reconoce Hess. "Pero él fue el que nos metió en esa crisis", acota. Si el presidente estadounidense no hubiera dejado una imagen tan débil en su cumbre con Khrushov, Moscú jamás se habría atrevido a emprender la aventura de los misiles nucleares en Cuba, sostiene.

Pero el fenómeno Kennedy implica también que todos estos detalles no logran dañar realmente la imagen del presidente número 35 de Estados Unidos. Kennedy sigue siendo hoy en día uno de los mandatarios más apreciados de la historia del país.

"Pese a todas las revelaciones de sus engaños, sus errores políticos y su disoluta vida privada", opina el autor Michael Knox Beran, "JF Kennedy sigue siendo uno de nuestros nacionales favoritos".

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios