El Loot de Txeron

Final Fantasy VII Rebirth es la continuación y la consolidación del mejor viaje jamás creado

Lo que nos espera en Rebirth es casi indescriptible.

Lo que nos espera en Rebirth es casi indescriptible.

Casi cuatro años han pasado desde que disfruté por primera vez de la experiencia Final Fantasy con el Remake de su séptima entrega. Desde entonces he tenido ocasión de hacer lo propio con Final Fantasy XVI y ahora, tras cerca de 60 horas y una sonrisa de oreja a oreja, de Rebirth, la segunda parte de la reimaginación de Final Fantasy VII dividida en una trilogía y que, si hace uso de los mismos tiempos de producción, tardará mínimo otros cuatro años en ser publicada y, por tanto, concluyente. Un periodo que se me va a hacer eterno por las dudas, miedos y anhelos que me ha generado superar esta “resurrección” llevada a cabo por Square Enix bajo la batuta de Naoki Hamaguchi, director del título, en Playstation 5 de manera exclusiva.

Rebirth es, utilizando el simil futbolístico de “cortita y al pie”, un más y mejor de manual. Si Remake fue el encargado de actualizar visualmente el original lanzado para la primera Playstation en 1997, con esta segunda entrega de la trilogía el título se expande de manera exponencial abrazando la experiencia de mundo abierto tras escapar de los sinuosos, industriales y oscuros callejones de Midgar y, como era de esperar, la sensación es abrumadora pero a la vez gratificante y sobrecogedora.

Cloud es nuestro alter ego en el título y sus decisiones marcan el rumbo del resto. Cloud es nuestro alter ego en el título y sus decisiones marcan el rumbo del resto.

Cloud es nuestro alter ego en el título y sus decisiones marcan el rumbo del resto.

Porque si de algo puede presumir Rebirth es de mantener en todo momento la esencia de un videojuego de los de antes, entendiéndose como un catalizador que desde sus cimientos busca por encima de todo la diversión y conectar con el jugador pero con mecánicas y capas de personalización y de mejora de nuestros personajes más acordes al siglo XXI que casan a la perfección y que edifican sin fisuras esta nueva entrega.

Y al final, cuando ves bailar los créditos en la pantalla, la sensación es que tu empatía con la pandilla de rebeldes que conforman Cloud, Tifa, XIII, Barret y compañía ha trascendido hasta tal punto que sus éxitos, sus derrotas y sus preocupaciones también son las tuyas. Y eso, en un mercado saturado de clones sin alma cuya máxima es sangrar tu cartera con pases de batalla interminables, es digno de agradecer y alabar.

Los ataques sincronizados son una de las novedades de esta entrega. Los ataques sincronizados son una de las novedades de esta entrega.

Los ataques sincronizados son una de las novedades de esta entrega.

Ahí tiene mucho que ver la trama que vertebra esta segunda entrega, mucho más ambiciosa y confeccionada a una mayor escala que la del primer juego, que sin entrar en detalles para no desvelar absolutamente nada, acelera casi sin darte cuenta tras lo vivido en Remake y deja todo preparado para un desenlace que, debido a mi craso error de no haber jugado al original, desconozco por completo.

Y en ese sentido, como ya me sucediese con Remake, he disfrutado de Rebirth con la virginidad que concede el desconocimiento de los giros y cambios argumentales que han tenido lugar respecto al título de 1997 (que luego se publicó hasta la saciedad en múltiples plataformas) por lo que mi construcción mental de esta historia está impoluta de injerencias, prejuicios y nostalgias y me ha hecho vivirla de una manera más intensa si cabe.

Un mundo abierto cargado de contenido

Square Enix, sabedores de la responsabilidad de este proyecto, ha puesto toda la carne en el asador para, además de ofrecer una historia excelsa tanto por su calidad como por su variedad de momentos (algunos os apretarán y retorcerán la patata), apostar por el concepto de exploración libre con un casi incontable número de minijuegos, monstruos, misiones secundarias y otros tantos elementos de farmeo distribuidos a lo largo de todo el mapa (que se llenará de iconos como buen juego demundo abierto que se precie) y que vienen a edulcorar y expandir esa trama para los ávidos de horas casi infinitas de diversión.

La cantidad y variedad de minijuegos en el título es demencial. La cantidad y variedad de minijuegos en el título es demencial.

La cantidad y variedad de minijuegos en el título es demencial.

En mi experiencia de juego, más centrada en la historia que en el ingente contenido que la abraza y de ahí el poco más de medio centenar de horas para superarla y no los tres dígitos si se es completista, se puede afirmar que su disfrute es totalmente complementario y no requerirá (salgo alguna honrosa excepción) de ser completado para poder avanzar en la trama por lo que deja todo en manos del jugador.

Volvemos a disfrutar de un sistema de combate en tiempo real que se ralentiza para acometer diferentes golpes especiales, magias y ahora como novedad, habilidades sincronizadas con los miembros del grupo. Un añadido que expande aún más todavía sus posibilidades jugables potenciando enfrentamientos que se vuelven más tácticos, como si de una partida de ajedrez se tratase, y que se intensifican con los grandes jefes alejándose de un machacabotones al uso.

La trama de Rebirth es el vehículo idóneo para vivir una montaña rusa de emociones y desafíos

Visualmente, el juego ofrece dos modos gráficos: Calidad y rendimiento, el primero a 4K y 30 fps y el segundo a 1080p y 60fps. Yo lo he jugado en el segundo en todo momento por el frenetismo de los combates pero toca relizar concesiones ya que la reducción gráfica es palpable haciendo muy poco definida la imagen. Por eso, para los más puristas y menos quisquillosos con la fluidez, en esta ocasión recomendaría disfrutar de esta experiencia en la consola de Sony en modo calidad porque también son muchos los momentos en los que la carga narrativa se impone a la bélica y la diferencia es palpable.

Los combates contra grandes jefes son una constante. Los combates contra grandes jefes son una constante.

Los combates contra grandes jefes son una constante.

Para redondear la experiencia, la banda sonora es camaleónica ofreciendo pases sonoros únicos. Eso sí, toca leer subtítulos ya que el juego no viene doblado al castellano (solo inglés y japonés) por lo que hay que estar muy pendiente en ocasiones de lo que hablan nuestros compañeros.

Conclusión

Es quizás, el único pero significativo para un título que continúa el periplo de Cloud y sus amigos, que sin entrar en el fanatismo, se ha convertido en el mejor viaje jamás creado. Esta segunda parada ha tenido tantas vivencias que no recomendarla sería privar a todo aquel que ame los videojuegos de una experiencia imprescindible. Si tienes una PS5, saca la Visa. Este viaje es único. Sin más.

Hemos podido analizar Final Fantasy VII Rebirth gracias a una clave para PS5 que nos ha remitido Plaion España.

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