Cultura

Sidecars conquista al público que llenó el Maestro Padilla con su mezcla de rock

  • La formación madrileña confesó sentirse sorprendida de la respuesta de los almerienses y ofreció un concierto sobresaliente

La trayectoria ascendente de la banda madrileña Sidecars experimentó el viernes un nuevo acelerón después de que su gira de teatros Cuestión de Gravedad estuviera muy cerca de colgar el ‘no hay entradas’ en el Auditorio Municipal Maestro Padilla. Pero, más allá del dato numérico, lo mejor es que el grupo transmitió unas excelentes sensaciones sobre el escenario, donde desplegó su repertorio más melódico en la primera parte, más emocional en la segunda, y de energía eléctrica y compacta en los bises.

Juancho, en guitarra y voz, confesó en más de una ocasión su sorpresa por el recibimiento. “Sabiendo que nos esperáis tanto, prometemos venir más a menudo, además de a las maravillosas playas”. Un concierto sobresaliente enmarcado dentro de la programación del ‘Invierno Cultural’ del Área de Cultura de Almería.

La noche arrancó, tras la deliciosa Because, de The Beatles, como introducción, con el lógico protagonismo de Cuestión de Gravedad. Un disco más melódico que veloz, pero que en este formato más cercano, semiacústico, ganó enteros, sobre todo por ver en acción a una banda perfectamente engrasada. Desde el propio Juancho, pasando por los dos compañeros fundadores, Gerbass al bajo y Ruly a la batería, además de Ramiro Nieto a la percusión, Pere Mallén en la guitarra (desde acústicas a Gibson SG) y Sergio Valdehita a los teclados.

Cuando caigas en Shock fue un preludio, de dulces slides y atmosféricas teclas, de una noche para recordar. La Tormenta despertó las gargantas con su romanticismo arrebatado, mientras que la rítmica y brillante acústica de Fuego Cruzado completó la terna inicial, para sumergirse de nuevo en su último álbum de estudio. El medio tiempo catártico Costa da morte, la creciente Canciones Prohibidas, con su extenso notable estribillo, las hechuras de balada de El Camino Fácil y los toques sureños de Tan Rápido sirvieron para terminar de perfilar un sonido orgánico y trabajado. Porque quizá sea ese uno de los grandes secretos para que Sidecars no parezca un producto enlatado. La humanización de unos textos que no buscan complacer y unas canciones que no rehuyen bajar a la brega del estruendo.

Una intro de coqueteo funk a las teclas preludió la llegada de Todos mis males celebrada por el respetable que se puso en pie a las primeras de cambio del añejo Chavales de Instituto. Rocanrol clásico de ascendencia bluesera, influencia que se hizo más notoria y palpable en Ya no tengo problemas.

Con el patio de butacas, ahora sí, caldeado, y destacando “la magia de este espacio que nos permite veros las caras tan cerca, escuchar vuestros comentarios”, Juancho dio paso a las interpretaciones más intensas de la noche: Dinamita, Olvídame y Los Amantes. Tres canciones certeras y rotundas, vibrantes sin tener que caer en los clichés manidos de la balada previsible.

El corazón receptivo y abierto tendría su continuación en De película, tema a voz y piano que hizo de conexión hacia los bises, después de limpiar el escenario de alfombras y taburetes. Efectivamente, llegaba la hora del rock más directo para un cuarto final de cinco temas bien electrificados. ‘Locos de Atar’ y ‘Contra Las Cuerdas’ abrieron la contienda, con la sempiterna magia de una vieja Fender haciendo solos con la combustión consabida.

Con todo el Maestro Padilla en pie, todavía llegarían Tu mejor pesadilla y Fan de ti, dedicada a los padres que llevan a sus hijos a los conciertos, como se pude ver en las primeras filas, y culminando con el esperado Amasijo de Huesos, que derivó en amasijo de aplausos y vítores.

Una fantástica noche de dos horas de conexión constante entre el grupo y su público, algo tan difícil de conseguir que hace que el concierto fuera inolvidable para todos los asistentes.

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