Hoy día 2 de Noviembre el calendario anuncia una festividad, es el Día de los Santos Difuntos.

Los cementerios se llenan de familiares, de flores que engalanan cada nicho. Las fotografías se cuelan en nuestras retinas, sus imágenes se hacen más presentes que nunca.

Recordar es abrir el corazón, es vivir en nuestro interior una vida vivida con todos los que han recorrido parte de un camino a nuestro lado.

La ausencia y el dolor son esos baches emocionales con los que tenemos que luchar cada segundo. Se hace duro vivir sin nuestros seres queridos, sin nuestros ángeles.

Vivimos acompañados del ruido y la velocidad, y dejamos para después un saludo, un abrazo, un beso, una caricia…, creyendo que somos dueños del tiempo y desgraciadamente la vida nos muestra una realidad, un final que nos llegará.

La muerte no respeta edades, riqueza o pobreza, se cuela dentro de nosotros y pone fin a una etapa vivida en este mundo llamado VIDA.

Se marchan físicamente pero florecen cada día en nuestras mentes y corazones, se pasean por nuestro presente y nos acompañan en todos los momentos de nuestra vida.

Las lágrimas se convierten en nuestros mejores psicólogos, derramamos tristeza, vaciamos nuestras tempestades y viajamos al mundo de los deseos.

Hoy el recuerdo escribe una fecha, pero la presencia de nuestros difuntos vive siempre en nuestro presente.

Gracias al recuerdo creamos naves espaciales cargadas del infinito cariño y amor que sentimos por cada uno de nuestros ángeles. Estas naves viajan directas a cada nombre, a cada uno de nuestros ángeles.

Hoy quiero viajar al corazón de una mujer buena, de una niña grande que siempre vivirá en mi mundo.

Hoy quiero recordar a mi tía, un ángel bueno que desde hace dos meses y medio ya vive en la GLORIA, en ese mundo infinito acompañado de todos nuestros ángeles.

Tu risa, tu bondad, tu sencillez, tu calidad humana siempre serán mis mejores regalos, tu nombre, Ana Escánez , siempre será esa llamada que me acompañará hasta el final.

La salud se tiñó de oscuridad pero tu recuerdo y amor se convertían en eternidad.

Esperamos una llamada, esperamos un mensaje, echamos en falta sus voces, sentimos vacíos que se convierten en túneles infinitos. No podemos abrazarlos, no podemos verlos físicamente pero sí podemos sentirlos con la mirada que existe en nuestro interior.

Nuestros ángeles sobrevuelan la eternidad, descansan en la gloria y desde allí nos dan fuerzas para vivir, vivir de verdad, exprimiendo al máximo este camino y desechando de nuestras mochilas todo lo que no tiene sentido.

Como decía Jorge Luis Borges," somos el olvido que seremos". Solo se muere cuando se olvida y todos seremos un recuerdo en la mente y en el corazón de alguien.

La eternidad tiene alas y nuestros ángeles sobrevuelan ese olvido. En la tierra dejaron enseñanzas y grandes lecciones difíciles de olvidar.

La muerte se lleva su materia pero su energía seguirá siempre acompañándonos.

Algún día la muerte me llevará y todo se apagará, se apagará aquí, pero sé que me espera un reencuentro con todos mis seres queridos.

La gloria y la tierra están conectadas con nuestro pensamiento, con el cariño infinito que sentimos por todos nuestros ángeles.

Dales Señor, el descanso eterno, y brille para ellos la luz perpetua. Que las almas de todos los fieles difuntos por la misericordia de Dios descansen en paz. Amén.

Feliz vida a todos, vamos a aprovechar cada segundo de este viaje que no es infinito aquí en la tierra.

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