El Almería está en una encrucijada. Con el ascenso directo posible en lo matemático, pero muy complicado, se debate entre el éxito, la decepción y el fracaso. Quedarse fuera del "play-off" equivaldría, a mi juicio, al primer fracaso deportivo de recuperar su plaza en Primera, bajo el mandato del nuevo propietario. Si, por el contrario, se mete entre el tercer y sexto clasificados, y oposita a la tercera plaza de ascenso, aunque fracase en el intento, la crudeza de esta calificación se rebajaría pasando a ser a una decepción, con todas las reservas dependiendo de las circunstancias. El ascenso, directo o indirecto, sería todo un éxito. La diferencia es tan notoria como lo es el modelo de competición de esta fase de promoción de ascenso, que se dilucida sin tanda de penaltis y con el valor doble de los goles a domicilio. Así, el equipo que obtiene una mejor clasificación en la liga regular es el que pase de ronda o sube a Primera División y rompe la igualdad de las dos eliminatorias. Este cambio hace que no sea lo mismo acabar el Campeonato en la tercera o en la sexta posición. Las connotaciones deportivas, en uno y otro caso, lo son también en el plano económico. Un club de fútbol es algo más que una entidad deportiva. Su repercusión supera lo meramente futbolístico para erigirse como todo un agente económico. El impacto económico del retorno de la UDA a la élite nacional se cifra en más de 6 millones de euros. Así, la Asociación de Empresarios de Almería ha desglosado este impacto entre 3.020.000 millones de ingresos directos en conceptos como pernoctaciones, compras en comercios o restauración y servicios de transporte o prensa. Y otros 3 millones indirectos, más intangibles, que se derivan de la repercusión mediática de la ciudad y provincia en los medios de comunicación y redes sociales.

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