Análisis

Francisco G. Luque Ramírez

González deja huella

Espero equivocarme, pero creo que el CD El Ejido echará de menos al mister que lo hizo de bronce

Después de tres temporadas y media como técnico del CD El Ejido, Alberto González fue cesado de su cargo y se despidió en un emotivo escrito en sus redes sociales como un auténtico caballero, agradeciendo al club y a todos sus integrantes, desde sus jugadores hasta los cargos directivos, la apuesta en su persona para dirigir el ambicioso proyecto celeste en la categoría de bronce, competición a la que el cuadro ejidense ascendió bajo su mando. Y es que el malagueño deja en este joven club fundado en 2012 una huella imborrable. Llegó con el equipo en Tercera, lo subió a la categoría de bronce y ahí lo ha mantenido dos cursos seguidos, siendo este su tercero, en el que buscaban tratar de dar caza a las cuatro primeras posiciones. Luchar por el play off era la prioridad, pero el CD El Ejido llegó a este parón navideño muy lejos de dichas plazas, coqueteando con el descenso, tras una primera vuelta en la que no se ha mostrado como el gallito que muchos esperaban que fuese, sobre todo después de dejar claro desde el club que este año se buscaría la pelea por el ascenso. Lo cierto es que el viento no le ha ido a favor en muchos aspectos, destacando, sobre todo, el gafe de las lesiones. Hasta una decena de lesionados ha arrastrado González semana tras semana, con la dificultad que eso supone a la hora de fraguar un once de garantías para competir al máximo nivel que exige la competición. Esto no debe ser la excusa para explicar las malas cifras, ya que los entrenadores deben estar preparados para estas adversidades, pero sin duda perjudica. Los aficionados más pacientes no han visto bien el cese del malagueño, otros, sin embargo, hasta lo han celebrado como un regalo navideño. Les debe fallar la memoria. Pese a todo, González se ha despedido de todos ellos con clase, sin polémicas. Espero equivocarme, por el bien de la entidad y sus objetivos, pero creo que el proyecto celeste echará de menos al mister que los hizo de bronce y que, con mejor o peor fruto, se ha dejado siempre la piel.

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