La llegada del coronavirus nos ha obligado a cambiar nuestra forma de vivir, como es de sobra conocido. Un tiempo que ha obligado a reinventarnos para hacer frente a la adversidad, así como para encontrar formas de ocio que antes pasaban desapercibidas.

Esta pasada semana uno leía a un usuario de Twitter, anónimo para variar, aseverar que "parece que se podía vivir sin fútbol". Un mensaje simplista que obvia el impacto que el deporte, y en este caso el balompié, tiene en la sociedad.

Un fútbol que, más allá de lo que son los jugadores profesionales, da trabajo a miles de personas, directa o indirectamente. No todo es el futbolista de élite, ni todo es el propio deporte. Solo hay que ver la aportación económica en el sector de la restauración por parte de los aficionados al deporte.

Un sector, el balompédico, que permite que estos ciudadanos puedan llevar comida a su casa o tener un hogar entre otras cosas, unos viviendo en mejores condiciones que otros. Pero claro, es mencionar la palabra fútbol y a muchos lo primero que se le viene a la mente es el nombre de las estrellas de este deporte.

Como si todos estos seres que labran alrededor de la industria del balompié contasen con suculentas nóminas y con toda clase de lujos. Unas palabras que mostraban un evidente desprecio, como si fuera el único sector cuya actividad habitual se encuentre paralizada. Para unos su ocio es el deporte, para otros la música, el cine, el teatro o cualquier otra actividad. Todas igual de respetables.

¿Qué sería de nuestra sociedad si todos nuestros gustos fueran idénticos? Así y todo, ello no implica que quienes no tengan el balompié entre sus aficiones sean mejores personas, pero tampoco peores, que quienes su pasión gira alrededor del esférico. Maneras de vivir.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios