Cuando en unas horas suenen clarines y timbales, tras la orden pertinente del Presidente, se realizara el despeje de la plaza por los Alguacilillos, ternos relucientes ante el impacto de la luminosidad del radiante sol que a esas horas de la tarde quiere ser notario de una liturgia preceptiva cada tarde de toros en un coso que cumple 130 años y que ha visto como el público se arremolinaba en los exteriores y después ocupaba su lugar en sus asientos de piedra siendo testigo de efemérides importantes y de momentos para el recuerdo, mantones que daban un colorido especial, belleza de la mujer de esta tierra, oles y meriendas se entremezclaban, con la generosidad de sus gentes pidiendo los trofeos para el diestro actuante, que lejos quedan aquellas mañanas, en el patio de caballos, en su higuera o porche jalonado por racimos de uvas y aficionados, prensa y profesionales, asistían al sorteo por ende orden de lidia.

Aquellas tardes en las que la música sonaba desde la puerta de purchena hasta la avenida de Vilches, a la que llegaban en olor a multitud los toreros actuantes, fotos, vítores enardecidos de los seguidores de unos o de otros, todo un ambiente exterior que se contagiaba con el que se producía en el coso durante la lidia, mantones de manila en las balconadas de palcos olor a clásico en los tendidos de un puro habano.

Esplendor en tertulias de todos los medios informativos que se trasladaban a comentarios más allá de los horarios establecidos en el Hotel Almería, Torreluz y otros posteriormente con Vincci, en los que los toreros pernoctaban y se observaba ese trasiego de unas cuadrillas que venía y otras que tomaban rumbo a la siguiente feria en la que estaba anunciado, kilómetros Bilbao, Cuenca era un mes de agosto muy taurino-

Aquellos que buscaban cualquier estrategia para colarse, lo recuerdan… para ver a sus ídolos, pará sacarles a hombros si el triunfo se conseguía, torería dentro y fuera, en la calles y plazas se respiraba ambiente taurino, plata y oro, tertulias, comentarios en barras de bar, en fin añoranza de algo que se ha vivido y que ha ido cambiándose a velocidad de vértigo. Le recuerdo que no hace tantos años de estas situaciones, terminación de los ochenta e inicios de los noventa, una semana completa de toros de festejos de relumbro, tendidos con mucha afluencia de público, tardes de expectación y otras de decepción.

Ambiente en las distintas peñas, entre una copa de manzanilla y una cerveza se vivía y sentía el ambiente taurino durante toda la jornada.

Cuando nos disponemos a vivir una nueva feria, se me han venido a mi pensamiento estas vivencias de hace unos pocos de años y por ello que las dejo reflejadas en estas líneas para todos los lectores del Diario. Feliz Feria 2018.

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