En la década de los 60 los debates electorales se convirtieron en un elemento básico de cualquier campaña electoral en Estados Unidos. Famoso es el celebrado entre Kennedy y Nixon, que este último perdió por algo tan tribial como su aspecto físico, descuidado y sudoroso. Aquí lo perdieron los candidatos de la oposición por algo muy distinto: por leer. Leyeron una y otra vez distintas fichas que les habían preparado sus asesores, y que fueron incapaces de transmitir con naturalidad y, lo que es peor, con credibilidad.

Para el que no sepa de qué le hablo, en el día de ayer se celebró el primer debate al que acudieron todos los candidatos a la Alcaldía de Almería. Y digo al que acudieron porque ya hubo otro debate en el que rehusaron participar los candidatos del PSOE, Podemos, IU y Vox. Estoy seguro que los almerienses que viesen e debate de Canal Sur quedarían tan sorprendidos como yo. Está bien que uno lleve unas notas para apoyarse en el debate. Pero de ahí a que no haya debate, y lo único que se haga sea leer, va un mundo.

No parece muy esperanzador para los electores ver que los que pueden ser sus responsables políticos, no sean capaces de explicar su proyecto de ciudad sin leer. Solo Ramón estuvo a la altura de un acto de este tipo, aportando proyectos en los que cree -¡Incluso se los sabe de memoria!-, que transformarán nuestra ciudad.

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