Vivimos en un periodo en el que nuestra vida se ha visto modificada por completo. Un tiempo en el que el desarrollo de la profesión periodística en ámbitos como el deportivo se antoja cada vez más complicado ante la paralización de las competiciones. Ello ha provocado que afloren entrevistas y declaraciones más personales a lo que la actualidad nos acostumbraba. Así, esta semana Balliu hacía mención al gimnasio de su casa ante los medios de club. Si bien la actividad física es imprescindible en la vida de los futbolistas, no son muchos los que cuentan con un gimnasio en sus respectivos domicilios, por un motivo u otro. Mientras muchos profesionales del balompié se gastan su sueldo en el capricho de turno por innecesario que sea, el internacional con Albania prefiere contar con su propio gimnasio a domicilio. Todo un acierto, no cabe duda. Cada uno hace con su nómina lo que estime oportuno, faltaría más. Pero el aquí firmante considera que más de un futbolista profesional debería seguir el ejemplo del nacido en Caldas de Malavella. Es ya una tónica que en este gremio afloren los coches de lujo, en muchas ocasiones automóviles deportivos, o los relojes más caros del mercado. Como si pudieran poner el cuatro ruedas a 300 km/h, salvo que estén dispuestos a que les retiren el carnet, o por tener más oro el reloj diera mejor la hora. Unos jugadores que en muchos casos parecen vivir en sus propias burbujas, no importándoles lo que acontece más allá de 10 kilómetros a la redonda. Por ello, casos como el de Balliu son llamativos, por normales que debieran ser.

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