Antonio Machado glosó a Soria como nadie lo ha hecho. Gabinete Caligari le cantó, pero ha sido el CD Numancia quien rescató a esta ciudad, la gran olvidada, y la ha resituado en el mapa, con 23 temporadas en la LFP y dos ascensos a Primera, entre medias, desde que se aupó a la élite en la 97-98. Todo es grande y pequeño a la ribera del Duero. Su capital tiene 39.395 habitantes y los 89.752 que habitan su provincia la convierten en la más despoblada del territorio nacional. Hasta las dimensiones de su Estadio le hacen ser el más corto de Primera y Segunda, con 101 metros de largo. Los Pajaritos ejemplifica como pocos la cultura del esfuerzo y la superación de esta ciudad castellana, donde hasta la mantequilla es dulce. En junio de 1998, su Ayuntamiento aprobó la construcción y el 14 de enero de 1999 se inauguró con el Numancia-Zaragoza, tras 1.500 millones de pesetas y ¡123 días! José María Gutiérrez no necesitó tanto tiempo. Eligió Soria, ejemplo de la España vaciada, para hacer historia con un discurso histérico e histriónico. No sé si pensó lo que dijo, si fue voluntario o inducido por sus superiores, al cuestionar la profesionalidad de los suyos. El madrileño ha reconocido su error de forma pública y ha situado, así, el origen de la crisis actual. Ha tratado de reconciliarse con los suyos, muy dolidos por sus palabras, y éstos aseguran que están a muerte con él. El divorcio, así, ha existido. No había ninguna necesidad de provocarlo. Pero la juventud, también la de su entrenador en el cargo, es un pecado que se cura con la edad. La otra reconciliación, la del plantel con su fútbol, es la que falta por sellar. Machado sostuvo que solo los necios confunden valor y precio. Gutiérrez tuvo valor, el del otro, y el precio ha sido alto como lo es su paga, su dorado salvoconducto.

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