A Son de Mar

INMACULADA URÁN /JAVIER FORNIELES

Abusos y novatadas

El otro día leíamos la noticia. Este año, en un colegio mayor, se había celebrado un concurso de bofetadas a los novatos

El otro día leíamos la noticia. Este año, en un colegio mayor, se había celebrado un concurso de bofetadas a los novatos. El vídeo era muy explícito: un joven le sacudía a una chica y esta se tambaleaba por el impacto. Alrededor aparecían otros chicos tranquilamente presenciando la escena e imaginamos que decidiendo si la bofetada se ajustaba o no a los cánones requeridos.

El lugar da igual. Estas agresiones físicas y psicológicas se pierden en la noche de los tiempos y se producen año tras año en todas las universidades. Es una 'tradición' tan antigua como la agresividad y el afán de sentirse superior. No tiene nada que ver con la cultura de los individuos o la educación o el dinero. Siempre resurgen e incluso se les busca justificaciones: que así se crea una relación de camaradería o de confianza, que se rompe el hielo con los nuevos… En realidad, hablamos del abuso de poder y del síndrome de Estocolmo. La víctima solo puede empatizar con su verdugo. Y los agresores cuentan con un respaldo social implícito: el apestado no es nunca el abusón sino el que denuncia.

¿Pueden evitarse? Claro que sí. Es cierto que estos abusos responden a pautas psicológicas difíciles de erradicar. Y por eso mismo requieren que se responsabilice también a los directores que de alguna forma consienten estas actitudes. Son a veces cientos de alumnos los que desfilan como ganado en las novatadas sin que nadie vea ni sepa nada. Internet y el estúpido afán de protagonismo han servido ahora para sacar a la luz lo que nadie quiere mirar en un país en el que se desarrolla a veces un celo casi inquisitorial en cuestiones mucho menores.

¿Se evitarán? No lo creo. Basta con leer la pesada retórica de los comunicados: "graves hechos", "protocolo disciplinario", "total rechazo". Ahora una vicerrectora 'castiga' a los alumnos del vídeo, pero para evitar que sufran nuevas presiones y afirma que bastante han sufrido ya por haberse hecho viral el contenido. Todo indica que habrá ejemplares castigos: ¡quizás un fin de semana sin jugar a la play! Y sobre la responsabilidad de los colegas directivos ni una palabra.

No es un asunto menor y no sería mala idea examinar la trayectoria de algunos políticos especializados en mentir o en hacer de su capa un sayo. Quizás, detrás de ellos veríamos aparecer ya la figura de un abusón de patio de colegio al que se le ha dejado actuar con impunidad.

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