A son de Mar

Inmaculada urán/ Javier Fornieles

Cómicos

Son tantas las mentiras que escuchamos (...) que el cómico parece hoy el único hombre serio del planeta

Estamos en la terraza del HO en la Puerta Purchena. La vista impresiona: la Alcazaba iluminada, el cerro San Cristóbal, algunas torres de iglesias… Debe ser muy agradable tomar aquí una copa y charlar sin el calor asfixiante del verano. Pero hoy hemos venido convocados por la Fundación Poco Frecuente para un acto destinado a fomentar la investigación de las enfermedades raras. No es una tarea menor. Por sus características, estas enfermedades son hoy la punta de lanza para descifrar cómo funcionan nuestros genes y para curar otras muchas enfermedades.

Esta noche la Fundación ha organizado un monólogo con Pepe Céspedes y con Alvarito. Es curioso lo que ocurre con los cómicos. Son tantas las mentiras que escuchamos por boca de la publicidad o de la política, que el cómico parece hoy el único hombre serio del planeta. Sólo él, impertinente, lenguaraz, tiene la autoridad necesaria para limpiar de vez en cuando nuestra mente y para decirnos que dos y dos son cuatro. Sus disparates son la única vía para arrojar un poco de luz sobre los desatinos que dominan nuestra vida cotidiana. ¿Cómo no ver la verdad que se esconde cuando nos cuentan cómo Manolo ha sido sustituido por un cajero ante el que las personas mayores intentan angustiados pagar los recibos? El público ríe sin parar, quizás por no llorar. Reacciona siempre que se menciona el aislamiento de la provincia, la lenta asfixia de la que el Cañarete es solo el último episodio. Y aplaude con rabia cuando Pepe Céspedes se pregunta si a los políticos no les da un poco de vergüenza cada vez que sacan el tema del AVE.

La sociedad pretende hoy vivir en la euforia permanente que han creado las nuevas tecnologías y los intereses económicos. Por esto, el cómico lanza con sus historias las únicas críticas que la sociedad actual admite como broma, como parte de esa aparente diversión que impregna nuestras vidas. Algo de eso imaginamos que debe pasar por la cabeza de Céspedes mientras nos habla con el afecto de quien se siente como nosotros, ama la ciudad y mira el Paseo sin vida, aplastado por los edificios, o esos restos nobles de la Alcazaba junto al caos de azoteas y colmenas dispares, que surgen en medio de la noche. Gracias, amigos, por vuestra solidaridad y por regalarnos una vez más esa mezcla de lucidez y ternura sobre nuestra vida.

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