Una raya en el mar

Crónica de una demolición

Hacia dónde camina el Centro Histórico de esta ciudad, si el Ayuntamiento guarda algún principio de conservación

Cómo no acordarse de aquella época y el bullicio de las mañanas en torno a aquel gris edificio de Correos frente a la Plaza del Educador, gentes de aquí y de allá sin el agobio digital de hoy, de pasos reflexivos y andares lentos, transitando por sus pasillos. Un jueves de marzo de 2024, gentes de hoy atadas a sus perros, madres arrastradas por pesados cochecitos de bebés y una zarabanda de curiosos armados de artillería digital nos arremolinábamos por allí, orgullosos de haber pertenecido a la vida de aquel edificio que hoy iba a ser demolido. Demolido, palabra fría y cruel bajo la que podríamos esconder el lenguaje de la piqueta urbana de la historia de esta ciudad.

Asistíamos, digo, al último instante, expectantes al inminente derrumbe del edificio Correos, amparado los últimos cincuenta o sesenta años por una humilde fuente y altos árboles del paseo de Almería que parecen beber del cielo.

Todos, abismado cada uno en sus recuerdos, asistíamos al trágico final de aquel armatoste, no sólo por retener la huella de un edificio -modelo siniestro pero singular de una arquitectura a la que llaman “brutalista”- sino porque las fotos de los teléfonos tienen tanta o más fuerza que una noticia de prensa. Así, todos concentrados en nuestra curiosidad, testigos del futuro donde florecerán los tomates y pepinos del futuro investigados por un Smart Green Cube, cuyo destino debería ser el PITA. Pero no, en esta ciudad donde la arrogancia y mediocridad de los que mandan se conciben como parte del buen gobierno, las decisiones se toman abrazados al casticismo y a la piqueta demoledora de otros tiempos.

Hasta las aceras del Paseo de Almería llegaban los signos del derrumbe romperse y mostrar los hierros retorcidos como nervios entrelazados de su fragilidad, abandonado a la gravedad ante unos espectadores atónitos en la contemplación de su caída. Pero, algo rechina en el entorno de ese espacio; un espacio en el que aún resuenan los ecos de aquella Almería que sirvió de inspiración a fotógrafos, escritores, actores o músicos y con su inteligencia alimentaron la cultura de esta ciudad. Sin embargo, los gurús del poder regional y local, cuando no se tiene fe en la cultura se la abandona a la fuerza de la gravedad y se la sustituye por un Smart Green Cube que, poco a poco, han procurado infiltrar en el tuétano de los almerienses como una necesidad.

No tengo claro hacia dónde camina el Centro Histórico de esta ciudad, si el ayuntamiento guarda algún principio de conservación, si es un movimiento ciego que avanza despeñado hacia el puente de Bayyana o si se diluye, como un grumo de sal en el futuro de Almería, hacia la narcosis total y definitiva. Nada se sabe de su futuro, no hace falta.

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