El "5 a las 5", Federico, Vive

García Lorca fue un mago de la palabra y de la metáfora y un vanguardista inquieto, sin olvidar la poesía del pueblo…

El 5 de junio de 1976, a las 5 de la tarde, un calor sofocante arrasaba Granada. La capital se despertó empapelada de carteles anunciando el primer homenaje a Federico García Lorca (1898-1936). Miles de personas se dirigieron a Fuente Vaqueros a celebrar el 78 "cumpleaños" que el poeta y dramaturgo nunca festejaría. Este año de coronavirus habría cumplido ciento veintidós. De los cuales solo le permitieron vivir treinta y ocho. Los demás nos valdrían para llorarlo y aprenderlo.

García Lorca fue un mago de la palabra y de la metáfora y un vanguardista inquieto, sin olvidar la poesía del pueblo… Tenía magia. Era alegre, sincero, emprendedor. Seducía a los que se acercaban a él. Hablaba con los ojos, con las manos. Poeta secreto, como todos los "malditos", en la sensualidad entregada al amor inmenso. La presencia de Blas de Otero, José Agustín Goytisolo, las actrices Nuria Espert, Lola Gaos y Aurora Bautista dieron esplendor a la primera convocatoria, así como una grabación mandada por Rafael Alberti desde Roma. Hubo gritos de libertad y banderas ondeando al viento. Pero ya algo había cambiado: el homenaje al poeta fue una manifestación por la democracia. Tras cuarenta años de silencio hubo una hora de libertad. Un año más llega el momento culminante del aniversario, mañana viernes 5 de junio, en este estado de alarma, fase 2, en el que nos encontramos inmersos, a pesar de la distancia en el tiempo y el cálido deambular de la vida demócrata. Un año más, un aniversario más, no solo ha desenterrado la polémica y complicada pesquisa de sus restos, aún por materializar, sino que también sirve para recordar a quienes compartieron con él un final tan despiadado: dos hojalateros de la CNT que eran banderilleros en la cuadrilla de Andrés Hernández, "Villalta II", Francisco Galadí Melgar, apodado "El Colores", y Joaquín Arcollas Cabezas, alias "Magarza", y un maestro cojo que ejercía en Pulianas y que respondía al nombre de Dióscoro Galindo González. La enseñanza, la cultura y el toreo -tres constantes vitales y poéticas- se unían para la eternidad. Pero la pólvora vil no pudo matar la hondura de la poesía de un ser irrepetible…

Antonio Machado levantó su voz por el crimen del poeta:

"Labrad, amigos,

de piedras y sueño en la Alhambra,

un túmulo al poeta,

sobre una fuente donde llore el agua,

y eternamente diga:

el crimen fue en Granada, ¡en su Granada!"

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