Fiesta nacional ‘okupada’

La patria, la monarquía o la bandera no son patrimonio de la derecha. Y la izquierda no debe desentenderse de ellas

Puede que la izquierda española aplique aquella letra de George Brassens: “El 14 de julio [fiesta nacional francesa] me quedo en mi acogedora cama, la música militar no me interesa”. O será que la derecha tiene okupada la celebración de nuestro 12 de octubre. Lo cierto es que los presidentes de izquierdas son repudiados en el desfile por alborotadores de ideología identificable. El jueves le gritaron a Pedro Sánchez “sinvergüenza”, “traidor”, “que te vote Chapote”, “Puigdemont a prisión” y “Sánchez dimisión”.

Son eslóganes de la derecha y la ultraderecha en los meses de alta tensión electoral. La mala educación no es un delito. Pero la patria, la monarquía, el himno, la bandera y el ejército no son exclusivo patrimonio de la derecha. Y en paralelo, conviene que la izquierda no se desentienda de estos símbolos: la jefa de Podemos y ministra Ione Belarra, ha propuesto en twitter “dejar de conmemorar el día nacional en el aniversario de un genocidio” en América, para fortalecer nuestra democracia. Qué cosas. Esta festividad es reciente: el 12 de octubre es fiesta nacional desde 1987, después de constituirse la España autonómica recogida en la Constitución.

Otro asunto es el confuso resultado electoral. Se nos anuncia un próximo Gobierno progresista que necesita los votos de un partido ultranacionalista, populista, neoliberal y xenófobo como Junts. Y el precio es indultar a su jefe que lleva seis años denigrando a la democracia española. Por esa brecha percute el PP. Cuca Gamarra, Elías Bendodo y Miguel Tellado compiten a ver quién ataca mejor al presidente. Bendodo desde un pupitre en la calle Larios ha dicho que si la gente abuchea a Sánchez tendrá sus motivos y que los políticos tienen que saber encajar las palmas y los pitos. (Aunque él se quejó amargamente de “lo faltón” que estuvo Oscar Puente en la investidura de su jefe. ¿Hay que encajar?).

El PP tiene un problema en su segundo escalón de mando. Que Feijóo no haya conseguido llegar a La Moncloa va más allá de su frustración personal. Debe haber varios miles de personas que aspiraban a ser ministros, subsecretarios, secretarios de Estado o directores generales, que han visto arruinadas sus expectativas por un resultado insuficiente. Y Feijóo ya ha anunciado un ajuste en la cúpula. Los Gamarra, Bendodo y Tellado se estorban. Como no hay otro poder que repartir, hay pelea por ver quién se queda con el negocio de la administración del partido. Se acumula mucha rabia, mientras Sánchez, altivo, parece cantarles otra Brassens, “aún está en pie el roble de la caja de mi funeral”.

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