Comunicación (Im)pertinente

Francisco García Marcos

Nuevos amigos internacionales

La clave explicativa de todo este esperpento chocarrero la ha dado el más bufo de ese anaquélico séquito

Para comprender bien lo que está pasando en el concierto internacional, quizá sea conveniente recurrir a una suerte de moviola histórica que contraste presente y pasado. Con esa esperanza, sea una primaveral noche berlinesa, cuyos edificios están engalanados con la parafernalia de las grandes ocasiones. Hitler dispensa máximos honores a sus más fieles aliados, reunidos en una magna alocución al pueblo alemán. Mussolini, Franco, Petain y Perón lanzan soflamas incendiarias, como caballos furibundos. El fragor del acto les alumbra un nuevo enemigo común, al que de inmediato juran solemnemente exterminar para proteger la pureza de la raza, siguiendo hábitos consustanciales a su ideología. Alguien repara en que, curiosamente, comparten animadversión racial. Los sionistas también los odian. A la mañana siguiente, cuando el oficial al mando en Auschwitz, Arthur Liebehenschel, se disponía a desayunar en familia, recibe una llamada de Berlín. Él mismo se persona ante las filas de judíos que esperan ingresar en las duchas. Como en el resto de campos de exterminio del Reich, se detiene de inmediato la gasificación. Cuando vuelven hacia los barracones, se encuentran grandes mesas preparadas para el desayuno al aire libre. Los SS, los guardias y los reos sionistas terminan abrazándose fraternalmente antes de salir a combatir juntos. Algo parecido es lo que está sucediendo estos días, un espectáculo desconcertante y bochornoso. La derecha internacional, tan declaradamente antisemita, de repente se ha convertido en aliada incondicional de Israel. Los tiempos han cambiado de manera sustancial, desde luego. El Caudillo de Abascal no quería ni oír hablar de Israel, con quien nunca consintió en tener relaciones diplomáticas. El Duce de Meloni empaquetó a los judíos italianos dentro de los trenes de la muerte nazis. El Mossad tuvo que arrancar a Adolf Eichmann del blindaje que le habían proporcionado los fascistas argentinos. Sus nietos políticos han decidido ocupar ruidosamente la trinchera opuesta. Incluso han encontrado aliados más que sorprendentes. Gabriel Albiac, otrora althusseriano emblemático, hace tiempo que predica su última iluminación, a saber, que antisionismo equivale a antisemitismo, como si Netanyahu tuviera algo que ver con Dylan o Chonsky. La clave explicativa de todo este esperpento chocarrero la ha dado el más bufo de ese anaquélico séquito, el permanentemente desbocado Javier Milei.

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