Pañuelos de empatía

La justicia es un ser extraño capaz de esconderse en los lugares más insólitos, incluso en un paquete de pañuelos

Siento caer en el tópico, pero hay historias y noticias que a uno le hacen reconciliarse con el género humano, aunque sea por un instante. Entre la casquería habitual de los informativos televisivos escuché una noticia que me dejó perplejo y que ahora recuerdo para usted, amigo lector. Esta historia se remonta a los años crudos de la crisis pasada. Era un día cualquiera, en una ciudad cualquiera de nuestra piel de toro, de un mes de agosto donde la canícula derrite hasta el alma. Dos nigerianos que venden pañuelos de papel en un semáforo reparan en un objeto que ha caído al suelo. Uno de ellos se acerca para comprobar que lo que tiene ante sus ojos es una cartera. Como es natural, lo comenta con su compañero y deciden ver qué hay dentro. La sorpresa es cuando se percatan que dentro hay nada menos que 2.700 euros en metálico y un talón por valor de otros 800.

Nuestros protagonistas continuaron en su "puesto de trabajo" y aguardaron a que pasase una patrulla de policía local. Sin más papeles que los que llenarán de mocos los buenos conductores que se prestan a echar una mano, entregan la cartera a los agentes, con la documentación y todo el dinero. La policía, imagino, estupefacta ante tal derroche de honradez devuelve la cartera a su propietario -un motorista- y decide ponerle en contacto con los salvadores de su botín.

No sé usted, pero pierdo 3.500 € y me voy al Pingurucho de los Coloraos a darme cabezazos hasta que asome el cerebelo. Ahora bien, si la policía me llama para decirme que la ha recuperado, con todo lo que tenía dentro, voy hasta el cuartelillo dando volteretas. Si además me dicen que la han devuelto dos nigerianos sin papeles, que venden pañuelos en un semáforo, no solo me los como a besos, sino que le recompenso. Un mínimo de 200 €, ¿no? Digo yo.

Pues no. El motorista les "premió" con 50 euros. Desconozco las circunstancias de esta persona, pero esa "recompensa" -aún considerable para dos migrantes sin papeles- a mí me resulta algo humillante.

Si terminase aquí, esta historia tendría un final agridulce. Pero no, hay más. Un grupo de empresarios, conmovidos por este episodio, real como la vida, decidió reunir 2.700 euros para entregárselos a los dos héroes nigerianos que, por cierto, siguen vendiendo pañuelos en su semáforo.

La justicia es un ser extraño capaz de esconderse en los lugares más insólitos. Incluso en un paquete de pañuelos.

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