La Resistencia

Luz Belinda Rodríguez

Parlamentaria andaluza por Almería

Partidocracia

En algún momento, permitimos que nuestros representantes se convirtieran en sumisos súbditos de las direcciones de los partidos

Cuando pienso en la democracia, me viene a la mente el pueblo reunido en el ágora eligiendo a los más aptos para cada responsabilidad, a aquellos que mejor representan nuestros valores y simbolizan lo que queremos ser como sociedad. Pero sobre todo, me vienen a la cabeza hombres y mujeres libres trabajando juntos para construir una sociedad en continuo progreso moral, intelectual y material. Hombres y mujeres defendiendo la voluntad mayoritaria y los intereses de quienes los eligieron. Sin embargo, en la actualidad, en España, vivimos un sistema donde las personas están sometidas a unos partidos que acaparan el espacio público y tienen excesivo peso en las instituciones.

En algún momento, permitimos que nuestros representantes se convirtieran en sumisos súbditos de las direcciones de los partidos políticos. Unos partidos políticos, que como cualquier otra organización, no tienen otro objetivo que crecer y acaparar cada vez más poder. En algún momento, perdimos la democracia y caímos en la partidocracia, ese régimen que anula al representante electo en pos de la dictadura de la élite partidista. Una partidocracia que suplanta la sociedad civil por una "opinión pública" artificiosamente creada mediante ingeniería social, modelando a su antojo la agenda política en función de sus propios intereses.

Los partidos políticos mediatizan la representación del pueblo, pero lo más grave: premian la sumisión al líder de turno por encima de la sana crítica, del debate abierto y plural. Convierten la política en un juego de oligarquías compitiendo por repartirse la tarta del poder. Alientan el hooliganismo de partido o de bloque, e incluso pone a las instituciones al servicio de la propia supervivencia de los partidos y los intereses de sus élites. Causan la desafección de la ciudadanía porque rompen el pacto entre representante y representados.

No lograremos una democracia auténtica y fuerte hasta no recuperar la representación como mandato. La partidocracia vencerá a la democracia mientras el representante elegido no tenga que responder directamente ante su circunscripción, sin disciplina de partido. Dicho de otra forma, es el momento de reinventar la política, de dar protagonismo a la sociedad civil y establecer vínculos reales y directos entre representantes y representados, acabando con las oligarquías partidistas. Es el momento de construir desde abajo.

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