Aena perdió en Bolsa el martes casi 900 millones por una torpeza de Yolanda Díaz en su discurso en el mitin de salón del PSOE y Sumar en el Museo Reina Sofía para presentar su acuerdo de gobierno. La pérdida de bancos y energéticas se acercó a 4.000 millones, porque se mantenían los gravámenes a ambos sectores. Más allá de los vaivenes en los mercados, el anuncio de la nueva coalición quedó regular. La pareja contratante se fotografió mientras firmaba folios, se abrazaba o se besaba.

Después, oímos cómo Díaz le decía querido presidente a Sánchez, y él se refería a ella como la vice. Todo tan glamuroso como soso. Hubo un titular; la reducción de la jornada laboral, sin precisar cómo se haría, y silencio sobre la amnistía. Y el sobresalto de que para vuelos más cortos de dos horas y media habría que prescindir del avión e ir en tren. ¿Más corto que un Málaga-París? Hay un error en el texto o en la lectura de la vice. Seguramente quiso decir que un trayecto de tren inferior a dos horas y media sea preferible a ir en avión.

No sabemos si la culpa es del escritor o de quien lo leía. Un buen redactor de discursos puede encumbrar o hundir a su jefe, o jefa. Algunos escritores de discursos de presidentes americanos han pasado a la historia. Thomas Jefferson se los escribía a George Washington. Raymond Moley hizo pareja artística con Franklin Delano Roosevelt; Ted Sorensen, con John F. Kennedy, y Peggy Noonan a sus 33 años preparaba los discursos caseros de Ronald Reagan que tanto gustaban. Más recientemente, Jon Favreau con 27 escribía los de Barak Obama. En España desconocemos quién se pone al teclado.

A veces el político de turno escribe él mismo sus intervenciones. Lo hizo Pablo Casado, en el mejor discurso pronunciado en la primera moción de censura de Vox, en octubre de 2020, cuando rompió con Abascal. Ruptura por todo lo alto; aquel día el PP no quería ser “otro partido del miedo, de la ira, del rencor y la revancha, del insulto y de la bronca, ni de la manipulación, la mentira y la involución frentista”. ¡Qué tiempos!

Jon Favreau se inventó el “yes, we can”, y frases de impacto como el momento Sputnik, para simbolizar el salto tecnológico. El redactor de los discursos de Sánchez tuvo una idea ingeniosa cuando se presentó en diciembre de 2019 la primera coalición entre PSOE y Podemos. Pedro Sánchez dijo dos veces que esa novedad después de cuatro décadas de gobiernos monocolores era una “nueva normalidad”. Pero pasó desapercibido. Y año y medio después, en el inicio de la desescalada por el Covid, el autor o autora recuperó el mismo recurso, a ver... Y funcionó; todo el mundo empezó a hablar de la nueva normalidad.

Favreau tenía una técnica especial: huía del inventario de logros. Su discurso moderno contaba una historia en vez de enumerar una lista lavada de méritos. Aquí nuestros políticos todavía leen tablas de Excel. Sosos y con errores.

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